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Me se figura un disparate. De aquí nadie puede echarnos..., y de allí, ¡sabe Dios! Por ir una tarde, tomarnos allí media librita de jamón y unas copitas, y tirarte yo cuatro bocados, no perdemos nada. Tengo la llave; mi amigo no va nunca sin que yo lo sepa. Pasado mañana está citado con la condesa; de modo que mañana tenemos por nuestra toda la tarde. ¿Querrás, gachona?

Yo soy viejo ya, y tengo esperanza de no verte correr los temporales que sobre ti han de caer... Pero si Dios quisiera darme ese castigo, si algún día, por mis pecados, te viese correr a palo seco y bebiendo agua por las bordas... sentiré, hijo mío, no tener fuerzas ya para tirarte un cabo. La voz del anciano se había conmovido al pronunciar estas últimas palabras.

¡Vete, vete, canalla, no me des coba tan sucia! Después que has sido para un perro te vienes con esa. Un ladrón en la horca no está más arrepentío que yo, María. Díme que me tire al agua y me verás hacerlo. ¡Ya! Si te mandase tirarte al vino, acaso... ¡Si supieses las penitas que estoy pasando! ¡Calla, calla, perro! Eso es, las de un perro cuando le cortan el rabo.

Tal ascendiente tenía la señora de Santa Cruz sobre aquella alma sencilla y con fe tan ciega la respetaba y obedecía él, que si Barbarita le hubiera dicho: «Plácido, hazme el favor de tirarte por el balcón a la calle», el infeliz no habría vacilado un momento en hacerlo.

Allá te quisiera ver colgado como una butifarra para ir a tirarte de las piernazas y verte haciendo más visajes que un cómico con hambre. ¡Política el señor Tragacantos! ¿De cuándo acá tenemos esas sabidurías?

Por confesion de todo el mundo he sido el mas célebre mercader de requesones de toda Babilonia, y lo he perdido todo. Tenia la muger mas linda que pueda poseer hombre, y me ha engañado. Me quedaba una mala casuca, y la he visto talar y derribar, Refugiado á una cabaña, sin mas recurso que la pesca, no saco ni un pescado. No quiero tirarte al agua, red mia, yo soy quien me he de tirar.

En hay error; pero mala fe, jamás. La ligereza, ¿será hermana del crimen?... »He recurrido al juego y no he tenido suerte; se han conjurado contra hasta los abominables ganchos de los garitos. Es preciso acabar dignamente. Cada cosa que pierde el cimiento cae según su natural condición. Ayer te vio y quiso tirarte a la calle. Esta noche, y yo nos entenderemos.

Al medio día la partida se alejó en la dirección marcada por el trazado de la vía férrea. Llegada la noche, Pateta y su compañero huyeron por los mismos senderos que a la mañana y con arreglo a las instrucciones de su compasiva salvadora, que encarándose con el madrileño dijo: Si no escapas, pues, tirarte tiros hasen.

Ponía los ojos en blanco, las manos en cruz y los hombros a la altura de las orejas para decir: «hay una ventana en el Castillo de Ponferrada que... vamos... no puedo expresar lo que es aquello...». Creeríase que por la tal ventana se veía al Padre Eterno y a toda la Corte Celestial. «Caramba con la ventana pensaba Jacinta, a quien le estaba haciendo daño el almuerzo . Me gustaría de veras si sirviera para tirarte por ella a la calle con todos tus condenados castillos».

Y el otro, dando entonces rienda suelta a la rabia que le ahogaba, al rencor contra el padre de aquel inocente, fuera ya de su alcance, que por tantos años había fomentado en el fondo del pecho, con la paciencia con que se afila la hoja de un cuchillo, gritó con voz terrible, sacudiéndole con una mano por un brazo, poniéndole el puño cerrado de la otra junto al rostro mismo: ¿Qué quiero?... ¡Matarte es lo que quiero!... Romperte el alma... Tirarte al agua; que uno de los dos no vuelva al colegio...