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Actualizado: 16 de junio de 2025


Quiero por el perro cien duros y por el caballo diez reales. Acepto, dijo el hombre, porque el precio de los dos juntos es razonable. 30 La buena mujer dió a los parientes de su marido los diez reales que recibió por el caballo y conservó los cien duros que recibió por el perro. Así obedeció a su marido. Una vez había un pobre zapatero llamado Juan Bolondrón.

Le llevaron al palacio y cuando le vio el rey, le dijo: 20 Hombre, dicen que eres muy valiente. ¿Es verdad que matas siete de un golpe? , Vuestra Majestad; le contestó. Pues bien le dijo el rey Tengo una hija muy bonita y te la doy por esposa si matas el jabalí que hace tanto mal a 25 los habitantes de la ciudad. ¿Tienes bastante valor? , Vuestra Majestad respondió el zapatero.

Procuró evitar todo encuentro con sus amigos y admiradores de las Claverías. No visitó más la habitación del zapatero, y cuando veía a los camaradas rondar por el claustro con la intención de meterse en la casa de los Luna, dejaba sola a Sagrario, subiéndose al camaranchón del maestro de capilla.

Si se arruinaba proseguía pensando Belarmino , su deber era entrar como oficial con el nuevo zapatero y trabajar porque a la hija no le faltase lo preciso.

Pero a los dos días, antes de que se pudieran apreciar los efectos, ya no volvió, como si le repugnase aproximar a sus ubres aquel cuerpecito exangüe que parecía un cadáver. En vano buscó la jardinera; no era fácil encontrar pechos generosos que diesen su leche por poco precio. Y mientras tanto, el niño se moría. Todas las mujeres entraban en la habitación del zapatero.

Y el Tato, con su impetuosidad escandalosa, decía a gritos: ¡No hay justicia en el mundo! ¡Esto se ha de arreglar! ¡Mire usted que morir de hambre una criatura en una casa donde corre el dinero y tantos tíos se visten de oro...! Cuando se llevaron al muertecito camino del cementerio, pareció que el claustro quedaba abandonado. Toda su vida se reconcentró en la casa del zapatero.

Los profesores de la Universidad venían a oírle al cuchitril en donde vivíamos. Mi madre, que tenía mal carácter, decía que mi padre era un zángano, y que los que venían a oírle le tomaban el pelo. Pero mi padre es un santo. Involuntariamente pensé en don Pedro, Guillén, Eurípides, hijo de un zapatero y autor dramático. Prosiguió la Pinta: A me perdió un cura.

Creo que llegará tiempo en que un zapatero ponga su retrato fotografiado en la suela de cada zapato que hace, y en que los aguadores peguen tambien su estampa con engrudo, en el frontispicio de la cuba, como medio de identificar la persona.

Alquilé una mula y salíme de la posada, adonde ya no tenía que sacar más de mi sombra. ¿Quién contará las angustias del zapatero por lo fiado, las solicitudes del ama por el salario, las voces del huésped de la casa por el arrendamiento?

Hasta el bueno de Esteban, el Vara de palo, protestaba a su modo, diciendo con dulzura a don Antolín: Pero ¿es verdad que usted quiere echar al zapatero? Hará usted mal, muy mal. Al fin es un pobre, y su mujer nació en este claustro. Estas novedades traen siempre desgracia, don Antolín.

Palabra del Dia

rigoleto

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