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Actualizado: 17 de mayo de 2025
¡Qué ha de poder! respondió Bismarck, que en el campanario adulaba a Celedonio y en la calle le trataba a puntapiés y le arrancaba a viva fuerza las llaves para subir a tocar las oraciones . Tú pués más que toos los delanteros, menos yo. Porque tú echas la zancadilla, mainate, y eres más grande.... Mia, chico, ¿quiés que l'atice al señor Magistral que entra ahora? ¿Le conoces tú desde ahí?
El nombramiento ha sido cosa de hoy, y no es extraño que no lo sepáis; lo saben muy pocos. ¡Cuando os exageraba que había novedades...! ¿Pero qué interés tiene el duque...? ¡Oh! la zancadilla que se le había preparado era feroz. Se le iba á acusar de traición, de estar vendido á la Liga. ¡Oh! Y uno de los que más han trabajado en esto, ha sido el duque de Uceda. ¡Su hijo!
Si el susodicho amigo mío se sale con la suya y reconstituye la lengua turdetana, los andaluces echaremos la zancadilla a los catalanes, a los gallegos, a los vascongados y a cuantos oriundos de España hay en América, aunque abandonando el castellano, salgan hablando y escribiendo en quichua, en guaraní o en el habla de los chibchas o de los aztecas.
Tan de firme creía en la santidad de D. Luis y en su misticismo. ¡Me quiere! dijo otra vez Pepita, contestando a aquella incrédula mirada. ¡Las mujeres son peores que pateta! dijo el vicario . Echáis la zancadilla al mismísimo mengue. ¿No se lo decía yo a Vd.? ¡Yo soy muy mala! ¡Sea todo por Dios! Vamos, sosiégate. La misericordia de Dios es infinita. Cuéntame lo que ha pasado.
Llegué a Valencia, que juega cañas dulces con la primavera, metíme en la Mancha, que no hay greda que la pueda sacar, entré en Madrid, y supe que unos parientes de tu dama te andaban a buscar para matarte, porque dicen que la has dejado sin reputación; y lo peor es lo que me chismeó Zancadilla, demonio espía del infierno y sobrestante de las tentaciones: que me andaba a buscar Cienllamas con una requisitoria; y soy de parecer, para oviar estos dos riesgos, que pongamos tierra en medio.
Tú irás lejos... Te lo digo yo, que he visto de cerca a los grandes personajes. Y pensaba en su hijo, en su Pepín, que ya tenía siete años y llevaba descalabrados a varios chicos de la vecindad. Era un genio asombroso para echar la zancadilla y poner la piedra donde fijaba el ojo. Pepín pertenecía a otra raza: la de su padre. Había nacido para obedecer, para quedarse abajo.
No existe otro en toda la redondez de Cádiz respondí con especialidad para lo tocante al confesonario. ¿Pues y en el púlpito? ¿Y quién le echará la zancadilla a cantar una epístola? Es verdad. A mí me cautiva oírle cantar la epístola repitió D. Diego. Yo celebro mucho me dijo doña María los grandes adelantamientos que ha hecho usted en su carrera. Me incliné ante la matrona con el mayor respeto.
La lucha estaba empeñadísima, no por razón de los votos, que estaban perfectamente contados de antemano, sino porque los del Camarote, que habían de resultar vencidos, tenían preparada una zancadilla parlamentaria, para inutilizar al candidato de sus enemigos, por faltarle algunos meses de práctica, para llenar el tiempo que el municipio había impuesto como condición a los pretendientes.
Ello es que se le venían con frecuencia suma impulsos de tratar a Amparo como a las chiquillas de su aldea, las tardes de gaita; de pellizcarla, de soltarle un pescozón cariñoso, de echarle la zancadilla, de darle un varazo suave con la recién cortada vara de mimbre. Pero tan osados pensamientos no llegaban a realizarse nunca.
Viendo lo cual Sancho Panza, se puso en pie, y, arremetiendo a su amo, se abrazó con él a brazo partido, y, echándole una zancadilla, dio con él en el suelo boca arriba; púsole la rodilla derecha sobre el pecho, y con las manos le tenía las manos, de modo que ni le dejaba rodear ni alentar.
Palabra del Dia
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