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Actualizado: 16 de junio de 2025


...Aquí realizaría el ideal de mi vida pensaba Melchor, en la más pequeña de estas propiedades pasaría toda mi vida, reducido al trato de los míos... mis padres... mis hermanos... Clota... los hijos que tuviéramos... todos viviendo la vida sana y pura del campo... ¡Y pensar que los dueños de estas estancias sólo vienen a pasar breves temporadas en ellas cuando los arroja de la ciudad la prescripción imperiosa de la crónica social que publican los diarios!... ¡Ah!... ¡es toda una tiranía la vida moderna!... Vanidades que no tienen nombre... exigencias que no tienen ningún fin moral... Absurdas necesidades que no conducen más que a sacrificios improductivos... una desenfrenada carrera por aventajar al que va delante... ¡y el poder arrollador de ese vértigo dantesco en que todos vivimos pagando en lágrimas y en angustias y en ruindades y en bajezas nuestro tributo miserable y estéril!... ¡Y cómo al alejarnos de ese ambiente vemos la densidad de las sombras que lo envuelven!... ¡Cuántos hombres lacerados por la envidia... abrumados por el pesar de obligaciones anonadadoras y contraídas con el solo fin de pagar dos líneas de esa crónica social!... ¡Cuántas energías malogradas... y cuánto sacrificio sin provecho!... ¡Superficialidad y mentira!... ¡mentira en todo!... La mentira contumaz en la sociedad entera... porque no somos una sociedad en que se mienta más o menos... ¡somos una sociedad que miente!... Si casi no hay un sólo hogar de alguna apariencia en que no impere la mentira... Los padres simulan una capacidad económica de que carecen... los hijos fingen una educación que no tienen... ¡mienten!... las hijas gastan lujos que no han pagado... mienten... las señoras... las señoras... las señoras...

Yo no sabía que otro me amase... otro... Todo esto es bien simple... muy triste también... No hay que guardarme rencor, Juan. ¡Vivimos tan futilmente nosotras, las jóvenes! nos conocemos apenas; no sabemos dirigirnos, y nadie nos guía en la educación de nuestro corazón; nuestras madres no se atreven... nada es, pues, más fácil que confundir un sentimiento trivial con el verdadero amor.

Cierto que de eso vivimos, y de las enfermedades; pero, a pesar de todo, preferiría privarme de muchas cosas y no comer nada más que una tajada de tocino y un trozo de pan moreno, a tener que ser testigo de los sufrimientos del prójimo. El marqués interrumpió sus clamores. Vaya, doctor le dijo, que la ocasión no es la más oportuna para filosofar.

Tal vez habrás leído en las publicaciones de la casa mucho de esto, pero convendrás conmigo en que no está mal del todo. Además prosiguió irónicamente, los grandes hombres vivimos bajo el peso de nuestra grandeza y como no podemos salir de ella, nos repetimos.

Verdad es que éste se mostró de todo punto inflexible pues decía con razón: La sociedad en que vivimos no gusta de que se la den sorpresas especialmente en esta clase de asuntos y suele vengarse de ello esgrimiendo el arma de la calumnia. En resumen, no había más remedio que dejar pasar el tiempo preciso para poder hacer la presentación de Amaury como yerno de Avrigny.

La historia que en los sucesivos diálogos se va desenvolviendo basta llegar al desenlace, mirada dentro de la completa realidad de la vida que vivimos, ya en nuestro siglo, ya a mi ver, en cualquiera otro, tiene casos tan inverosímiles, que rayan en lo absurdo.

La taimada de doña Rita, que está muy sofocada. Afirma que no es urca y que no pesa tantas arrobas, y que de todos modos no puedo llevarla conmigo, porque considerando que yo no la necesito para nada, por lo prudente que soy, y que la califico de carabina de Ambrosio, se fue con mamá, para acompañarla, desde esta calle de Don Pedro, donde vivimos, hasta el último extremo de la fuente de la Castellana, donde el general vive.

La educacion, los maestros y autores de quienes se han recibido las primeras luces sobre una ciencia, las personas con quienes vivimos de continuo, ó tratamos con mas frecuencia, el estado ó profesion, y otras circunstancias semejantes, contribuyen á engendrar en nosotros el hábito de mirar las cosas siempre bajo un mismo aspecto, de verlas siempre de la misma manera.

El pueblo cubano, en aquel tiempo, y cuantos vivimos en aquella época lo sabemos, no quería en su mayoría al menos, la revolución. El Gobierno de España nos había dejado entrever una mejor condición política, sin sacudidas ni agitaciones violentas.

Vate apocalíptico amenaza con destrucción y muerte, ruina e incendio, las instituciones, los altares y los tronos y cuanto hoy descuella sobre la faz del mundo y mantiene el orden, más o menos digno de censura o más o menos capaz de lenta modificación y de enmienda, dentro del cual vivimos todos.

Palabra del Dia

vorsado

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