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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Roussel, Herminia y Mauricio, de pie delante de la mesa, se miraban estupefactos, aterrorizados, mudos. Por último Mauricio, como si no creyese á sus ojos, se inclinó hacia el jardín y buscó al espectro. Pero no vió más que un coche de alquiler que se colocaba delante de la verja, esperando á la terrible visitante. ¡Es ella! dijo por fin Roussel en voz baja. ¡Vais á ver! ¡Oh!
Aproveché el interés que manifestaba el visitante, suspendido de los labios de la abuela, que le explicaba la procedencia de una consola, la historia de un cuadro o la leyenda de una miniatura, para observar en detalle a mi pretendiente. Era visible que se esforzaba por conquistar a la abuela por una atención respetuosa y delicada a todas sus palabras. Un buen punto por esto...
Algunas veces va allá, y la persona que usted sabe me dice que la duquesa se niega á recibirle. Es ahora un simple visitante, un amigo como otro cualquiera. La duquesa quiere evitar la antigua intimidad; le envía regalos al hotel de los oficiales, se preocupa de su bienestar, encarga á la señorita amiga mía que se entere de si le falta algo, pero sólo lo recibe de tarde en tarde.
Le imponía tanta magnificencia: la escalera toda de mármol, con dos leonazos melenudos al pie, a derecha e izquierda, las fauces abiertas, como si quisieran tragarse al incauto visitante; en el primer descanso, plantas exóticas; arriba, una vidriera de colores, y cuando la puerta se abría, veíase lujoso recibimiento, con estatuas y cuadros.
El visitante, que no por tener curiosidad dejaba de tener necesidades, sintió la de comer á las pocas horas de llegar á Talisay; le formuló su deseo á la bella capitana, no dice la crónica si en pocas palabras, aunque sí asegura que la vergonzosa mirada de ella fué sostenida con larga insistencia y picaresca intención.
Del Primer estrado abierto, con sus cuatro hoteles curiosos, se sube, por la escalinata de hélice, al descanso segundo, donde se escribe y se imprime un diario, a la altura de la cúpula de San Pedro. El cilindro de la prensa da vueltas: los diarios salen húmedos: al visitante le dan una medalla de plata.
Desde cualquier punto de la ciudad, se divisaba fácilmente el Instituto Crammer; así es que, bajo este punto de vista, no desmentía su carácter de establecimiento público en el que no faltaba nunca un visitante en su escalera y una cara bonita asomada a sus ventanas.
No llegaba visitante á su casa para ver al subteniente, sin que el viejo dejase de formular la misma petición: Cuéntanos cómo te hirieron... Explica cómo mataste al capitán alemán. Julio se excusaba con visible molestia. Ya estaba harto de su propia historia.
Pero á continuación no pudo evitar un sentimiento de celos contra este pobre joven obscuro y enfermo. Vivía á todas horas cerca de Alicia, mientras él no lograba verse admitido en su «villa» ni como simple visitante. ¿Por qué?... Llevaba varias semanas haciendo conjeturas, atisbando una ocasión para encontrarse con Alicia.
¡Santos y buenos días! dijo con voz melosa, inclinando la cabeza al mismo tiempo que levantaba los ojos para apreciar de una rápida mirada al visitante. Era un joven que llamaba la atención por la delgadez del cuello que hacía más enorme su cráneo, y por la forma de sus orejas abiertas como abanicos, como si quisieran despegarse.
Palabra del Dia
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