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Actualizado: 8 de junio de 2025
Todos cantaban y hablaban, comían dulces, bebían refrescos olorosos, bailaban con mucha elegancia y honestidad al compás de una música de violines, con los violinistas vestidos de seda azul, y su ramito de violeta en el ojal de la casaca.
Flores, no os deis á entender 1255 Que no seréis lo que soy, Pues hoy en estado estoy, Que si en ayer me contemplo, Conoceréis por mi ejemplo Lo que va de ayer á hoy. 1260 No desvanezca al clavel La púrpura, ni á el dorado La corona, ni al morado Lirio el hilo de oro en él; No te precies de cruel, 1265 Manutisa carmesí, Ni por el color turquí, Bárbara violeta, ignores Tu fin, contemplando, flores, Que ayer maravilla fuí. 1270 De esta loca bizarría Quedaréis desengañadas Cuando con manos heladas Os cierre la noche fría.
Desfilaban los «pasos» del Sagrado Decreto, del Santo Cristo del Silencio, de Nuestra Señora de la Amargura, de Jesús con la cruz al hombro, Nuestra Señora del Valle, Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, Nuestra Señora de las Lágrimas, el Señor de la Buena Muerte y Nuestra Señora de las Tres Necesidades; y este desfile de imágenes iba acompañado de «nazarenos» negros y blancos, rojos, verdes, azules y violeta, todos enmascarados, guardando bajo las puntiagudas caperuzas su personalidad misteriosa, de la que sólo se revelaban los ojos al través de los orificios del antifaz.
Entre ambas alturas el llano entenebrecido; el cielo dividido en dos fajas horizontales y paralelas: la superior cerúlea y transparente; la inferior teñida de color de violeta.
La cabeza cubierta con un pañuelo de seda, cuyas dos puntas, traídas sobre la frente, formaban como dos pequeños cuernos. Esos pañuelos eran precisamente los que herían los ojos; todos eran de diversos colores, pero predominando siempre aquel rojo lacre, ardiente, más intenso aún que ese llamado en Europa lava del Vesubio; luego, un amarillo rugiente, un violeta tornasolado, ¡qué se yo!
Y las tinieblas tornan impenetrables. La ventanilla está elevada hasta el comedio; por el espacio abierto, en la negrura intensa del cielo, una estrella fulgura, ya blanca, ya azul, ya violeta, ya anaranjada, en rápidos, en vivos, en misteriosos cambiantes. El tren corre frenético por la llanura infinita de la estepa.
Recogió Batiste los manojos de pájaros, colgándolos de su faja, y con sólo dos saltos subió el ribazo, emprendiendo por las sendas el regreso á su barraca. El cielo, impregnado aún de la débil luz del crepúsculo, tenía un tono dulce de violeta; brillaban las estrellas, y en la inmensa huerta sonaban los mil ruidos de la vida campestre antes de extinguirse con la llegada de la noche.
Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus cartas, y preguntarnos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la competencia de cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!
Con Schubert veo siempre dúos de amantes suspirando al pie de un tilo, y ciertos músicos franceses hacen desfilar por mi imaginación hermosas señoras que pasean entre parterres de rosales vestidas de color violeta, siempre violeta. Y usted, Gabriel, ¿no ve cosas? El anarquista asintió. Sí; también despertaba en él la música un mundo fantástico, de visiones más bellas que la realidad.
Burlarse en aquel acto solemne donde se festejaba la regeneración moral y material de Peñascosa, era una insolencia, y como decía muy bien D. Juan Casanova, «no daba buena idea de la cultura de la prensa de Lancia.» No se besaron, pues, aunque D. Gaspar mostró ciertas tendencias a hacerlo, aproximando demasiadamente sus narices color violeta al rostro del aparecido; pero éste lo retiró, dando pruebas de prudencia, pues se hablaba en términos muy graves por Peñascosa de las narices de D. Gaspar.
Palabra del Dia
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