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Actualizado: 8 de junio de 2025


Estos seres frágiles, que parecían pertenecer á una fauna de ensueño, blancos como el cristal de roca, con suaves bordes de color de rosa ó violeta, eran urticantes lo mismo que las ortigas y se defendían con un contacto de llama.

Manos transparentes y puras que parecen hechas para filigranar ex votos de santos y capas pluviales; ojos fanatizados en torno de los que las largas vigilias, huérfanas de besos, han florecido en sedeñas ojeras violeta, como dos flores de fiebre y de locura; alma noble y extática, donde el amor es una rosa casta e inmortal.

Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho. El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla.

Y ya la Camargo era muy viejecita, ya parecía que todo á su alrededor había concluído, cuando el buen dios Azar vino á consolarla permitiéndola dar al mundo un adiós romántico, de inmensa ternura, que fué como violeta humilde entre el manojo de calientes claveles de su vida. Cierta tarde, la antigua bailarina recibió la visita de un señor anciano que dijo llamarse Mateo Breuil.

Su complicado y elegantísimo vestido, que era el del país, se componia de una camisa de muselina muy blanca, sin cuello, graciosamente plegada en el pecho, con anchas mangas abombadas hasta la mitad de los brazos; un corpino de seda violeta con ribetes azules, abotonado por delante y muy avanzado hácia abajo, llegando solo hasta la altura de la mitad del pecho y la espalda, y sujeto con unas cadenas de plata en forma de calzonarias; estas se desprendian de los hombros, por dos piezas de seda azul que los cubrian, y caian pendientes hasta abajo de la cintura, sobre enaguas muy plegadas y nada ampulosas, de una especie de muselina de color de castaña, que salian debajo del corpiño.

Triunfa de mi loco amor Y de mi seso perdido; Que, aunque piensas por vencido, Yo que es por vencedor. Pon la rosa carmesí De mi prestada alegría, Y mi celosa porfía En el lirio azul turquí; En el alhelí pajizo Mi desesperado ardor, Y en la violeta el amor Que mi voluntad deshizo; Mi imposible en el jazmín Blanco, sin dar en el blanco.

Algunos juraban sinceramente haber visto de muy lejos al plesiosaurio hundiéndose en el muerto cristal de los lagos andinos ó pastando en la vegetación de sus riberas. Pero veían esto al anochecer, cuando la Cordillera extendía su inmensa sombra violeta sobre la llanura.

Y estos símbolos fúnebres, por la fuerza del contraste, aún resultaban más impresionantes entre el esplendor verde de los jardines inmediatos, bajo un cielo de crudo azul y un sol deslumbrador, teniendo por fondo el gracioso puerto y la rizada planicie del mar violeta. La puerta del mausoleo sin nombre no se había abierto en muchos años, y los vientos amontonaban la tierra en su parte baja.

Por entonces, a la hora de su vino, llegaban siempre junto a ella cinco o seis niños de coro, que se metían pronto entre la paja con su capa de color de violeta y su alba de encajes; después, al cabo de un momento, un buen olor caliente de caramelo y de aromas perfumaba la cuadra, y aparecía Tistet Védène llevando con precaución el ponche de vino a la francesa.

Los marineros que salían de madrugada a la pesca, al poner el pie en el muelle veían muchas veces un gran pedazo de cielo azul sobre las casas lejanas del Moral, que se iba extendiendo lentamente hacia los cuatro puntos cardinales, dejando suspensas sobre el horizonte algunas levísimas rayas de niebla de color violeta semejando grandes cejas.

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