United States or Gambia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Del grito que soltó, retemblaron todas las vidrieras del palacio. ¿Qué ocurre? ¿Qué sucede? exclamó el Papa, asomándose al balcón precipitadamente. Tistet Védène estaba ya en el patio, fingiendo que lloraba y mesándose los cabellos: ¡Ah, gran Padre Santo, qué pasa!

El bueno del Papa mismo no confiaba ya tanto en su amiga, y cuando se dejaba llevar al extremo de echar un sueñecillo sobre los lomos de ella, el domingo a su regreso de la viña, ocurríasele siempre esta consideración: «¡Si fuese a despertarme allá arriba, en la plataformaVeía esto la mula, y sufría sin chistar; solamente cuando en presencia de ella se pronunciaba el nombre de Tistet Védène, erguíanse sus largas orejas, y afilaba con una risita el hierro de sus cascos en el pavimento...

Y, es claro, cuando sentía a éste detrás de , le daba comezón en los cascos, y no le faltaba razón para ello. ¡Ese granujilla de Tistet hacíale unas jugarretas tan feas! ¡Eran tan crueles sus invenciones después de beber!... ¿A que no imaginan ustedes lo que se le ocurrió cierto día? ¡Hacerla subir con él al campanil de la escolanía, allá arriba, arribota, a lo más alto de palacio!

, ya sabe... el que servía el vino francés a la mula. ¡Ah! ... ... ya recuerdo... ¡Guapo mozo, ese Tistet Védène!... Y ahora, ¿qué pretendes? ¡Oh!

Tistet Védène cambió su viejo tabardo amarillo por una preciosa alba de encajes, una capa de coro de seda violeta, unos zapatos con hebillas, e ingresó en la escolanía del Papa, donde antes de él no habían podido ingresar más que los hijos de nobles y sobrinos de cardenales... ¡He ahí lo que es la intriga!... Pero Tistet no paró ahí.

Y le soltó una coz tan terrible, tan certera, que desde Pamperigouste se vio el humo, una humareda de polvo rubio en la que revoloteó una pluma de ibis... ¡Eso fue todo lo que quedó del infortunado Tistet Védène!... Pocas veces son las coces de mula tan fulminantes. Pero aquélla era una mula papal.

Parecíale que daba vueltas constantemente por aquella maldita plataforma, siendo el hazmerreír de toda la ciudad congregada abajo; luego, pensaba en ese infame Tistet Védène y en la bonita coz con que iba a obsequiarle al día siguiente por la mañana. ¡Oh, amigos míos, vaya una coz!

Cuando ese intrigante de Védène entró en el salón del palacio, costole trabajo el conocerlo al Santo Padre: tanto era lo que había crecido y engruesado. Preciso es también decir que, por su parte, el Papa se había hecho viejo y no veía bien sin antiparras. Tistet no se acobardó. ¡Cómo! Excelso Padre Santo, ¿ya no me conoce Su Beatitud?... Soy yo, ¡Tistet Védène! ¿Védène?...

Por entonces, a la hora de su vino, llegaban siempre junto a ella cinco o seis niños de coro, que se metían pronto entre la paja con su capa de color de violeta y su alba de encajes; después, al cabo de un momento, un buen olor caliente de caramelo y de aromas perfumaba la cuadra, y aparecía Tistet Védène llevando con precaución el ponche de vino a la francesa.

Prueba de ello Tistet Védène y su maravillosa aventura. Era al principio este Tistet Védène un descarado granuja, a quien su padre Guy Védène, el escultor en oro, se había visto en la necesidad de arrojar de su casa, porque además de que no quería trabajar, maleaba a los aprendices.