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Actualizado: 8 de junio de 2025
Yo te entrego la flor de mis amores, mi lauro eterno, mi triunfante palma; te entrego así mi corazón y mi alma pero nunca la cruz de mis dolores. Seca tus negros y divinos ojos, alza tu frente de oriental violeta, mi amor tu senda limpiará de abrojos... ¡Ya eres salva, mujer...! ¡Te ama un poeta! Nació en el arrabal de Tondo, de Manila, en 1876, falleciendo el 12 de Febrero de 1903.
Salvatierra se exaltaba, elevando su voz en el silencio del crepúsculo. El sol se había ocultado, dejando sobre la ciudad una aureola de incendio. Por la parte de la sierra destacábase en un cielo de color de violeta la primera estrella anunciadora de la noche.
Y me pareció mirar una niña pálida y rubia, esbelta y graciosa, de grandes ojos de color de violeta; una niña en cuyo semblante puso el cielo angelicales bellezas, que ataviada gallardamente con rica veste azul, corta la falda, dejando ver unos pies brevísimos, pasaba y huía, e iba a perderse entre la sombra que proyectaba en el muro el blanco lecho: la dulce niña objeto de mi primer amor, de ese amor primero que embalsama con su aroma de azucenas la más larga vida, toda una existencia.
Como las notas de una dulce y melancólica música que llega notando en las alas de la noche y del silencio, y que más bien sentimos que oímos; como la suave exhalación de la violeta que fenece sobre el sentido que hechiza; como el copo de nieve que se disuelve en el aire antes que lo haya empañado la tierra; como la ligera marea separada de la fuerte ola que una ráfaga la destruye, tal era su naturaleza, rebosante de esa modestia, gracia y ternura, sin las cuales una mujer no es mujer.
Era una faja de colores palpitantes, que abarcaba a la joven de pies a cabeza, haciendo temblar todo su cuerpo como si estuviese formado con las tintas del iris. ¡Qué bonita! exclamó Maltrana con arrobamiento . ¡Si pudieras verte!... Tienes la falda verde y el pecho azul. Tu boca es de color naranja; una mejilla es violeta y la otra ámbar. Parece que tengas claveles en la frente.
Tan sólo lo comprendían en el Teatro Real, dejándose caer poco a poco en la poltrona de Violeta Valery, cantando al compás de la orquesta y en los brazos de Alfredo: ¡Addio d'il passato!
Son blancos en los álamos y en los sauces, rojos en los granados, rubios como mis cabellos en la copa de las verdes encinas, de color violeta en las ramas de los limoneros. ¿De qué color serán dentro de seis meses? No pensemos en eso.
Hace con la vida lo que hace con la naturaleza. Tiene el sentimiento de la fama; pero no de la fama espiritual, imaginativa, apasionada, fervorosa: no el sentimiento de ese ángel que mueve sus alas sobre la silenciosa cavidad de un sepulcro; no el sentimiento que se exhala en el corazon de los héroes, de los mártires, de los sábios; no ese sentimiento que es una de las más supremas gerarquías del alma; esa emocion vaga, melancólica, indefinible, que brota en el espíritu del hombre, como nace una violeta al pié de una cruz.
Todo lo que ahora priva lo encuentra usted allí. En esos librotes que ve usted allí, tan desdeñados por los eruditos a la violeta, es donde beben los sabios de hoy cuanto hay de bueno en sus flamantes teorías, que es poco. ¡Y luego nos presentan sus novedades, muy orondos y pagados de sí! Aquí viene muy a pelo lo que dijo un músico célebre de un innovador.
Era un crimen premiar aquel amor tan intenso introduciendo en su futura existencia algo que pudiese afrentar a Rafael, tan bueno, tan noble, tan amoroso. Se hizo un largo silencio. El sol había desaparecido. Ahora el negro ramaje del olivar se destacaba sobre un cielo de color de violeta, con una leve franja de oro a ras del horizonte.
Palabra del Dia
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