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El otro día cogieron los hijos del aperador de mi padre un nido de gorriones, y al ver yo los pajarillos sin plumas aún y violentamente separados de la madre cariñosa, sentí suma angustia, y, lo confieso, se me saltaron las lágrimas.

El peludo Butrón levantó ambas manos al cielo, la Mazacán paseó por la horrorizada concurrencia una mirada de triunfo, y la duquesa, irguiéndose iracunda, exclamó violentamente: ¿Y lo dices con esa frescura?... ¿Y tienes valor para venir a decirlo aquí, en mi casa?...

¡Me voy! exclamó el tío Manolillo. ¿Y no almorzaréis con nosotros? El loco llama al loco; es la hora de levantarse el rey. Adiós. Y el tío Manolillo salió sombrío y cabizbajo; se le oyó bajar violentamente las escaleras y salió. No entiendo vuestro conocimiento con mi buen amigo dijo Quevedo. Ni yo exclamó Dorotea. ¡Y os ama! ¿Pero cómo me ama?... Sabréislo vos.

¡Ábrala usted! exclamó Dechard. ¡Se abre hacia fuera! ¡Qué diantres, Bersonín gritó impaciente Dechard. ¿Tienes miedo a un hombre solo? Me sonreí al oírle y en el mismo instante se abrió la puerta violentamente. La luz de una linterna me mostró a los tres rufianes agrupados en el umbral y apuntando con sus revólvers. Lancé un grito y me precipité sobre ellos a la carrera.

¿Cómo es eso? ¿Qué queréis decir? balbuceó la viuda presa de una súbita ansiedad. Es cosa resuelta; la señorita entrará en un convento. ¿En un convento? ¿En un convento de religiosas? Naturalmente. Parece que eso os agita violentamente. ¿Os imagináis quizá que cuando Elena no esté aquí, la condesa podrá despediros, no necesitando ya vuestros servicios?

No puedo negar que, á pesar de haberme infundido este amor verdadero, yo persistía en mi propósito de sacarla de allí violentamente, de llevármela como una cosa mía. No consideraba esto como un agravio, y hubiera matado á cualquiera que, interpuesto entre ella y yo, me la hubiera quitado. Yo supe no me lo dijo ella que existía una persona á quien quería mucho. Esto me desconcertó.

En un discurso largo y artificioso habla de su anterior estado, suponiendo que la caída de los ángeles rebeldes ha sido un suceso ocurrido en la corte de un Rey ; añade luego que en su viaje ha visto á la bella Lucrecia, que se ha enamorado de él violentamente. Así espera despertar los celos en el corazón del ermitaño, y su antigua pasión.

Además, cuando ella le trataba con tanto cariño, seguramente le quería. Los escrúpulos eran lo único que les mantenía separados y él se encargaba de allanarlos violentamente en la primera ocasión propicia.

Pero esta lectura, empezada contra su voluntad, fué interrumpida violentamente. Tembló el piso de la cubierta bajo sus pies. Todo el buque se estremeció de proa á popa, como un organismo herido en mitad de su carrera, que se detiene y acaba por retroceder á impulsos del golpe recibido.

Daría gracias a Dios si pudiera sufrir en vuestro lugar, pero... En ese momento se abrió violentamente una de las ventanas del castillo, y una voz irritada llamó al aya por su nombre. Es la condesa exclamó Marta asustada , he dejado pasar la hora... Tenemos que entrar en casa... Alejaos, Catalina. ¡Ay! ¡cómo voy a ser regañada e insultada!