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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Todo esto lo ejecutaba con tan perfecta sutileza, que el ministro, aunque constantemente con una vaga percepción de que algo maligno le estaba vigilando, nunca pudo darse cuenta exacta de su verdadera naturaleza. Es cierto que miraba con duda y temor, y aun á veces con espanto é intensa aversión, al viejo médico.
Los guardas paseaban por las vías con la carabina pendiente del hombro y el paraguas cerrado bajo del brazo, vigilando las vallas ó las orillas de la ría por donde se colaban los merodeadores en busca de la chatarra, acero viejo, piezas de máquinas desmontadas ó rollos de alambre, que vendían en los baratillos de Bilbao. La ría según decía el capitán Iriondo era peor que una carretera antigua.
Por eso estoy todo el santo día vigilando a José María Vallejo, que es un buen hombre, sin despreciar a nadie.
Mientras está vigilando en la galería el trituramiento del grano en la tolva, siente que le tiran de la blusa. Mira hacia abajo. Gertrudis, de pie en la escalera, con las mejillas tostadas por el sol y los ojos brillantes, le hace una seña con el dedo: Ven a almorzar. Al instante. Termina su trabajo y se coloca a su lado. ¡Brrr! exclama la joven sacudiéndolo; ¡cómo te has vestido! ¿Y qué?
No quiso dormir, manteniéndose en una fingida tranquilidad, con los ojos entornados y vigilando las idas y venidas de algunos pigmeos que aún no se habían acostado. Al fin el silencio del sueño se fué extendiendo sobre la playa, y Gillespie, convencido de que no intentarían aquella noche nada contra él, acabó por entregarse al descanso.
Toda su sangre fría la había abandonado. Cometió ligerezas sublimes que trascendían a desesperación. Ya no era bastante para ella socorrerme lo más cerca posible, prestarme ánimo cuando desfallecía, calmarme si me exasperaba. Notaba ella que su recurso mismo contenía llamas, y se empeñó en apagarlas vigilando hora tras hora mis pensamientos más secretos.
Y, efectivamente; allí estaba aún la estatua del santo como centinela eterno, vigilando el Júcar para oponerse a la maldición del rencoroso San Vicente.
Por la mañana muy temprano se toca diana y se procede á repartir las guardias de avanzadas y centinelas, lo que es motivo para que se originen serios disgustos, pues como es muy extraño encontrar entre éllos un soldado, ya que casi todos tienen elevada jerarquía militar, no se conforma un comandante con hacer centinela ó estar tres horas sobre un árbol en las avanzadas vigilando al enemigo.
Todas las ruedas trabajan, y los mozos del molino tienen bastante que hacer allá arriba, en la galería, echando el grano en los vertederos, y abajo, vigilando la caída de la harina y del salvado. Ahora tengo tres dice Martín, señalando a los compañeros, blancos como la nieve, que tan pronto suben como bajan por la escalera. ¿Y tienes todavía a David? pregunta Juan.
Algunas veces cesaba de leer y ponía su mirada en el techo con una expresión de éxtasis. El deseo parecía cantar dentro de su cráneo: «¡Ser héroe de novela!... ¡Verse amado por una gran señora!» Una tarde, cuando menos lo esperaba, Moreno vió llegar frente á su casa al ingeniero Canterac montado á caballo. A tales horas estaba siempre vigilando las obras del dique.
Palabra del Dia
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