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Actualizado: 8 de julio de 2025
Felizmente para él, Agustín notaba poco esas diferencias y la ambición que tenía de alcanzar posiciones elevadas, no debía nunca complicarse con la aspiración nula en él de vestirse bien, de vivir y respirar elegancia como Oliverio. Luego que Oliverio se fue, Agustín continuó hablando de su situación. Era la primera vez que me hacía confidencias tan amplias.
Pero aquella noche, Blanca al salir enmascarada para el club, había recomendado a Graciana, de la manera más severa, que velara al marido a quien se le podía antojar vestirse e irla a buscar y sobre todo al bebé, a quien don Ramón no podía atender a pesar del entrañable cariño que sentía por su hijita.
Bien se conocía en ella á la mujer que sabe vestirse, aunque iba en aquella ocasión hecha un pingo, casi indecente, con falda remendada, mantón de ala de mosca y unas botas.... ¡Dios, qué botas, y cómo desfiguraban aquel pie tan bonito. ¡Isidora!... exclamó D. Francisco, poniendo cara de regocijo, cosa en él muy desusada. ¿A dónde va usted con ese ajetreado cuerpo? Iba a su casa. Sr.
Ahora todo el mundo se mete afirmó Lola. ¡Ay... yo no! Qué ridiculez, ¿eh, Sobrado? Yo no entiendo de eso. ¿No tiene usted opiniones, polla? No... es decir, no me gustan los alborotos; ¡cuando hay trifulca el teatro está tan soso!... Ni queda humor para vestirse y salir. Vamos, usted debe tener sus preferencias.... ¿Será usted carlista? ¡Ay, no!... ¡La Inquisición me da un miedo!... dijo riendo.
Tragomer estaba acabando de vestirse para ir á comer al círculo, cuando Marenval, que salía de casa de la señora de Freneuse, llegó á la calle de Rembrandt. El industrial tenía un aire grave y casi solemne. Ha sido usted exacto, dijo Cristián. ¿La voluntad no ha flaqueado desde ayer? ¿Esta usted decidido á marchar adelante? ¡Más que nunca!
Encendió la lámpara, y saliendo al gabinete se puso a orar humildemente postrada frente a la imagen de Jesús. Como no tenía puesta más que una fina camisa de batista, el frío la traspasó en seguida y empezó a tiritar; pero no quiso dejarse vencer y siguió orando hasta que sus dientes chocaron fuertemente unos contra otros. Sólo entonces se decidió a dejar la postura que había tomado y vestirse.
No pensó más que en vestirse rápidamente, no sin escoger el más rosado de sus trajes de batista y el sombrero de mañana que mejor le sentaba para ir a reunirse con sus amigas y Huberto Martholl que ya debían estar esperándola en la playa. Era la hora del baño. Siguiendo su costumbre María Teresa pasó directamente a su casilla.
De súbito, se abrió bruscamente la puerta del gabinete, y apareció Arturo, con un aire de turbación que nunca había visto en él. Señorita le dijo con viveza, tenga usted la bondad de vestirse; vengo a buscarla para ir a las Tullerías. ¿Es posible? Sí, hace un tiempo magnífico, un sol espléndido; todo París está allí.
Entraba como un cadáver, y salía desconocido, limpio, oloroso y reluciente de hermosura. La restante peseta la empleaba en comer y en vestirse... ¡Problema inmenso, álgebra imposible!
Más tarde, y después de comer en el Club y de vestirse allí también, al teatro más de su gusto, con el billete de abono de la misma sociedad, o a los salones de su preferencia, o a lo uno y a lo otro, porque para todo daban las noches y las costumbres de su mundo.
Palabra del Dia
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