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Actualizado: 5 de julio de 2025
Miraba con ojos de rabia todas las caras conocidas y burlonas que se agolpaban en la verja. Luego volvía los ojos hacia su enemigo Pimentó, que se contoneaba altivamente, como hombre acostumbrado á comparecer ante el tribunal y que se creía poseedor de una pequeña parte de su indiscutible autoridad.
Este hizo un signo amenazador de cabeza y se retiró seguido por la mirada de Fabrice, que no le quitó la vista hasta que le vio franquear la verja.
Después de 1850 desaparecieron las fuentes que en el centro de la Alameda existían, y hace años se trasladó al final la pila de la Plaza de San Francisco, se rodearon de sencilla verja los Hércules, se reformaron algunos asientos de la entrada, intentándose plantar un jardín en ambos lados, que no llegó á prosperar por descuido.
Después la he visto hablar varias veces con uno de ellos por la verja del jardín: ella dentro, él desde fuera, al pasar, casi sin detenerse. ¿Y qué trazas tiene? Es hombre de buena edad, y ¡con una mirada más inteligente! Para mí, él es quien le ha metido esas ideas en la cabeza.
A la caída de la tarde, Fermín, después de vagar un buen rato por las calles, para dejar algún espacio entre la salida de la oficina y su visita al amo, se dirigió al ostentoso hotel de la viuda de Dupont. Pasó la verja y el portal con la facilidad de un antiguo servidor de la casa. Se detuvo un instante en el patio, de blancas arcadas, entre los macizos de plátanos y palmeras.
Igualmente había abierto con su soplo el viejo túnel de Possilipo, cerca del cual existen una viña y una tumba, visitadas durante siglos como última morada del poeta. Los pilluelos, jugueteando en torno de la verja, arrojaban papeles y piedras al interior del templete. Les atraía la cabeza blanca del poderoso encantador, sintiendo á la vez admiración y miedo.
En aquellos días de aventuras y pilladas y esparcimiento, cualquiera que hubiese tenido interés en seguir los pasos de este desgraciado chicuelo le habría visto encaramándose en la verja de la puerta principal de la Plaza de Toros para alcanzar a ver algo del ensayo de la mojiganga, o bien jugando en los tejares adyacentes, o en el río entre las lavanderas.
Pasó rápidamente ante los jardines, con el aspecto de un hombre que teme llegar tarde al juego. Encontró entreabierta la verja de entrada. Muy bien: Alicia se había ocupado en facilitarle el paso.
Apresuró el príncipe sus operaciones de limpieza. Sentía la necesidad de salir, como si sus jardines le pareciesen estrechos. A lo lejos sonaban las campanas de Monte-Carlo, más lejos aún respondían las de Mónaco, y este repiqueteo hacía vibrar la frágil y clara atmósfera como una copa de cristal. Bajó las escaleras lentamente, procurando no hacer ruido, y al llegar á la verja respiró satisfecho.
El pie ligero, las mejillas rojas, los ojos brillantes como en los días de su adolescencia, llegó a la verja del gran jardín que rodeaba el palacio de su padre. El portero se apresuró a abrirle y a sonar la campana. Entró en la mansión ducal y, contra su costumbre, dirigió una leve sonrisa a dos criados de librea, que la esperaban en lo alto de la escalinata.
Palabra del Dia
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