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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
Pero abriendo aquella ventana que tenía vistas al cielo, ya no había que temer». La Regenta habló de Santa Teresa con entusiasmo de idólatra; el Magistral aprobaba su admiración, pero con menos calor que empleaba al hablar de ellos, de su amistad, y de la piedad acendrada que veía ahora en Anita. Don Fermín tenía celos de la Santa de Ávila.
Hacía horas que Julî se había ido y el sol estaba ya bastante alto. Tandang Selo desde la ventana miraba á la gente que en traje de fiesta se dirigía al pueblo para oir la misa mayor. Casi todos llevaban de la mano, ó cargaban en brazos un niño, una niña, ataviados como para una fiesta.
No... dijo mirando por la ventana la interpelada. Entonces es que solamente juegas a irte dijo Carolina riendo. Déjame, pues, jugar a mí también. Asintió Lady Clara y Carolina voló al cuarto vecino, reapareciendo con una cajita, en donde comenzó gravemente a empaquetar sus vestidos. Lady Clara observó que no eran muchos.
Sí respondió Francisca, con su desparpajo habitual, pero cuando yo he abierto la ventana, ignoraba que pasaba el capitán, y cuando éste pasó, no sabía que yo abría la ventana. Y suponen que estábamos de acuerdo... ¿Y qué? Que me ofende horriblemente que se crea que hago caso de ese capitán, que estoy segura que no se ocupa de mí... Es rico, y...
Antonieta extendió la mano hacia el foso y dijo, con voz resuelta: ¡Antes me arrojaría por esta ventana! Ruperto se asomó y volviéndose después hacia ella, dijo: ¡Vamos, Antonieta, usted se chancea! ¿Es posible? ¡Por Dios, qué dice usted!
Solo cuando la concurrencia de hermanos ó huéspedes les obligaba á prestarse mútuo auxilio, era lícito entablar correspondencia entre la clausura de religiosas y el edificio de los monges; pero aun entonces se limitaba la plática á lo puramente preciso, saliendo la abadesa á la ventana.
Cuando se retiró de la ventana vio a Feli revolviéndose en el suelo, rugiendo con una expresión espantable que crispaba los nervios, llena la boca de espuma que se coloreaba de rojo con la sangre de la lengua. Las convulsiones la habían hecho caer de la cama, golpeando el suelo con su vientre. El joven tuvo que realizar grandes esfuerzos para subirla y sujetarla, evitando que rodase otra vez.
Por delante de las grandes nubes de un color violeta obscuro que se amontonaban allá en el horizonte sobre las cuatro o cinco casas de El Moral cruzaban velozmente otras pequeñas y blancas como jirones arrancados de una gasa; signo cierto de borrasca. María sintió de pronto vibrar el cristal en que se apoyaba. Una ráfaga de aire y de lluvia había azotado con fuerza la ventana.
Arrima una noche á la ventana una escala, y quiere penetrar en su habitación á tiempo que se presenta un piadoso ermitaño, llamado Don Gil, y lo disuade con sus vehementes exhortaciones de su indigno propósito.
El tiempo ha ido echando abajo las losetas, y entre anchos claros aparecen el remate de una cruz, una alada cabeza de ángel, el busto del Padre con su barba blanca y el brazo extendido. El tercer cuerpo tiene una diminuta ventana y un balconcillo rebozado con el follaje de una parra que deja caer su alegría verde sobre la puerta de la casa. Esta casa la habitan los labriegos.
Palabra del Dia
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