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Actualizado: 12 de junio de 2025
Cuando yo tenía tu edad, sabía vengarme de una muchacha mejor que tú dijo riéndose papá, quien nunca desperdiciaba la ocasión de decir una broma. ¿Y cómo se hace? preguntó mi primo. ¡Bah! ¡Si no lo sabes! replicó papá. Se le da un beso, señor Roberto dijo un viejo jardinero que pasaba justamente con sus regaderas.
Con esa cara de pascua, y tiene más ponzoña que una víbora. «¡Pérfida!, ¡desleal!, ¡traidora!...» Por eso tuve tanto gusto en hacerte rabiar con el teniente; para vengarme. Se acabaron los versos; y si me disparas algún soneto, te frotaré los hocicos con él, ¿sabes, niño? como a los gatitos cuando son cochinos.
¡Reina! exclamó el cura, golpeando el suelo con el pie. No os enojéis, os ruego, mi querido cura; tranquilizaos, no mataré a mi tía, tengo otro medio de vengarme. Cuéntame eso dijo el excelente hombre apaciguado ya y dejándose caer sobre un canapé. Yo me senté a su lado. Bueno. ¿Habéis oído hablar de mi tío de Pavol? Sí, por cierto. Vive cerca de V * Muy bien. ¿Cómo se llama su propiedad?
Pero D.ª Carmen, aunque caritativa y sensible, no dió señales de hallarse conmovida. Antes, con firmeza, dijo: Bien sabes tú que nada de eso es cierto. Ni soy capaz de vengarme, ni sería fuerte venganza dejar cuanto tengo a una hija tuya, que sólo es mía por el cariño que la tengo. El duque cambió de táctica. Miró un rato a su esposa con ojos compasivos.
El pensamiento ha sido diabólico... pero yo necesitaba vengarme... á conspirador, conspirador y medio, y salgan allá por donde puedan. ¡Ah! ¡Ah! estoy orgullosa de mí misma, y creo que si yo me dedicara á la intriga, sería... todo lo que quisiera ser. Y la condesa, respondiendo á su pensamiento, satisfecha de su diablura, soltó una alegre carcajada.
La cola dió todavía algunos brincos sobre la arena. ¡Pobrecillo! exclamó la condesa. ¡Para qué lo has matado! Señorita, dicen que estos animaluchos hablan con las brujas y les cuentan todo lo que oyen. Parece increíble, ¿verdad?... Pues á mí de chico me sucedió que una vez hablé mal del maestro con otro compañero, y prometí vengarme de él cuando fuese mayor. Un lagarto nos estaba escuchando.
Se me juzga frívola, caprichosa... y corrompida; se multiplican mis amantes, se citan mis extravagancias y se me arrojan al rostro infinidad de flaquezas... Quizá tengan razón: todo cuanto malo hice en mi vida, procuré que fuese pronto sabido del público; en vez de ocultar las faltas con artificio, procuré arrojarlas a la murmuración. ¿Y esto sabes tú por qué lo hacía?... ¡Pues en el fondo era para vengarme del escaso placer que me causaban!
El barbero decía también: Aquí traigo mi navaja, no para afeitar a vuesa merced, sino para vengarme de ella por las bromas que ha dado a mi cliente don Alonso Quijano y a sus parientes y amigos...
¡Vamos, Catalina! gritó Juan Claudio ; es demasiado; ¿para que detenerse a contemplar semejante espectáculo? Tiene usted razón respondió la labradora ; marchemos. Sería capaz de bajar yo sola para vengarme. Mientras más subían, más frío y fuerte era el viento. Luisa, la hija de los heimatshlos, con una cestilla de provisiones al brazo, iba delante de todos.
Muy hermoso..., muy hermoso replicó la anciana ; es muy sencillo: ¡quiero vengarme! Esos austriacos, esos prusianos, esos hombres rubios que nos han exterminado otras veces..., yo los odio..., yo los detesto de padres a hijos. ¡Eso es! Usted comprará la pólvora y ese loco miserable verá si nosotros vamos a reedificar sus castillos.
Palabra del Dia
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