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Actualizado: 12 de junio de 2025


No, yo no quiero vengarme... si yo recuperara mi dinero... ¿Quién es ese? dijo la Dorotea escandalizándose de que un hombre en tales circunstancias se acordase de otra cosa que de vengarse, y perdiendo de todo punto el miramiento al cocinero mayor. Es Francisco Martínez Montiño dijo el bufón. ¡Cómo! ¡su tío! ¿Tío de quién? exclamó el cocinero... De Juan Montiño.

Bajando la cabeza dio algunos pasos, yendo y viniendo por delante del caballero, y, en seguida, trémulo de orgullo, reveló la comisión secreta que había recibido en nombre de Su Majestad. ¡Ah! Harto bien se me alcanza agregó de dónde pueden venir esas aleves calumnias y en qué pecho habré de hundir la espada cuando determine vengarme.

¡De acabar! ¡de acabar! ¿y qué ha de acabar? Esta agonía que me devora, esta muerte en vida. Dorotea, yo necesito saber lo que piensas hacer. ¿Qué? dijo Dorotea sonriendo tristemente ¡vengarme! ¡No, no le matarás! dijo el bufón ; ¡le amas demasiado! ¡no te atreverás! ¿Dónde está el dulce envenenado, Manuel? dijo Dorotea sin contestar á la observación del tío Manolillo.

¿No me habéis dicho que debo ocultar el estado de mi alma para vengarme mejor? dijo la Dorotea ; yo he creído bueno vuestro consejo y empiezo á representar mi papel; estoy tranquila, ya lo veis, y estoy tranquila porque estoy resuelta. Ya lo que puedo esperar, y para representar mi papel es necesario que continúe en mi vida de costumbre.

No qué perverso afán de sitiarla, de oprimirla, de acorralarla en la última reserva. Quería vengarme de aquel prolongado silencio impuesto primero por la timidez, luego por consideración, más adelante por respeto y últimamente por piedad. Aquella máscara que llevaba puesta hacía ya tres años se me había hecho insoportable y la arranqué sin reparo.

De lance en lance #vine a parar en casa de un autor de comedías# y con una compañía llegué a esta ciudad de Valladolid, donde en un entremés me dieron una herida que me llegó casi al fin de la vida; no pude vengarme, por estar enfrenado entonces, y después, a sangre fría, no quise; que la venganza pensada arguye crueldad y mal ánimo.

Aun en el caso de que imaginara un medio de vengarme, ¿qué podría servir mejor para mis fines que dejarte vivir, y darte estas medicinas contra todo lo que pudiese poner en peligro tu vida, de modo que esa candente ignominia continúe brillando en tu seno? Al hablar así, tocó con el índice la letra escarlata, que parecía abrasar el pecho de Ester como si hubiera sido en efecto un hierro candente.

Y como «La Cruz Roja» no respondía, don Santos dirigiéndose a su propia sombra que se le iba subiendo a las barbas, según se acercaba a la puerta cerrada del comercio, tomándola por el mismísimo señor De Pas, le dijo: ¡Señor obscurantista! ¡apaga luces!... usted ha arruinado a mi familia... usted me ha hecho a hereje... masón, , señor, ahora soy masón... por vengarme... por... ¡abajo la clerigalla!

Dijo y echó a andar hacia la puerta. ¡Pepe! ¡Pepe! gritó María, desgarrando su pañuelo entre sus dedos agarrotados. Llama al demonio le respondió irónicamente Pepe Vera. ¡Pepe! ¡Pepe!, ten presente lo que voy a decirte. Si te vas con la Lucía, me dejo enamorar por el duque. ¿A que no te atreves? respondió Pepe, dando algunos pasos atrás. ¡A todo me atrevo yo por vengarme!

Sin embargo, nunca intenté vengarme de ellos, porque muy bien que son malvados porque así los ha creado la Naturaleza o el Destino; hacen daño como lo hacen las fieras, por el egoísmo que ruge dentro de todo ser animado. El mundo está organizado para devorarse los seres, unos a otros.

Palabra del Dia

irrascible

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