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Actualizado: 8 de noviembre de 2025


El poder de la Iglesia ha terminado, ya no vive; lo que vemos es su cadáver, pero un cadáver enorme, que costará de remover, y cuya conservación devora mucho dinero. Es verdad: la Iglesia ha muerto. Lo que combatimos son sus restos.

Dos suertes de conocimientos tiene el hombre para alcanzar las cosas: uno por los sentidos: otro por la razon. Conocemos á Dios por los sentidos de esta manera: vemos que en todo lo corporeo que se presenta á ellos no hay cosa ninguna que exîsta por sin venir de otra, de modo que á la que de nuevo exîste llamamos efecto, y á aquella de donde este dimana, llamamos causa.

Pepe escribió a su novia de esta suerte, mezclando con las frases de amor el recelo que le inspiraba aquel hermano desconocido: «Adorada Paz: Tienes razón: Aunque nos vemos casi diariamente, son tan pocas las ocasiones en que podemos hablar con libertad, que por fuerza han de ser nuestras cartas largas y frecuentes.

Cuéntase en este canto como un indio llamado Obera se intitulaba hijo de Dios, y á un hijo suyo, Papa, y á otro Emperador; y como Garay entró en los Nuaras, y de vuelta rompiò la palizada de Yaguatatì. El abeja convierte, como vemos, Las flores en la miel dulce y sabrosa, Del araña y la vìbora leemos, Que en ponzoña las vuelve ponzoñosa.

Esto que siento son las carcajadas de tus ángeles que juegan dentro de . no estás lejos, te veo y no te veo, como cuando vemos con los ojos cerrados». La Nela cerraba los ojos y los volvía a abrir. Habiendo pasado junto a un bosque, dobló el ángulo del camino para llegar a un sitio donde se extendía un gran bardo de zarzas, las más frondosas, las más bonitas y crecidas de todo aquel país.

Vemos á cada paso que la imposibilidad moral desaparece con el auxilio de una causa extraordinaria ó imprevista, que tuerce el curso de los acontecimientos. Un capitan que acaudilla un puñado de soldados, viene de lejanas tierras, aborda á playas desconocidas, y se encuentra con un inmenso continente poblado de millones de habitantes. Pega fuego á sus naves, y dice marchemos. ¿Adónde va?

Estos no son mas que fenómenos; y por consiguiente el alma no ve nada mas que lo que hay en ella, ni conoce otro mundo que el que ella misma construye: asi vemos surgir del yo el mundo real, ó mas bien, este mundo real no es mas que el ideal construido por el mismo espíritu.

Son de ver, a las mañanas, las diversidades de cosas que sanamos; que, como tenemos por enemigo declarado al sol, por cuanto nos descubre los remiendos, puntadas y trapos, nos ponemos, abiertas las piernas, a la mañana, a su rayo, y en la sombra del suelo vemos las que hacen los andrajos y hilachas de las entrepiernas.

Descendiendo por el curso del arroyo, en el que vienen á unirse el ruidoso torrente de la montaña, el arroyuelo nacido en la caverna y el agua apacible del manantial, vemos á derecha é izquierda sucederse los valles, diferentes unos de otros por la naturaleza de sus terrenos, su pendiente, el aspecto que presentan y la vegetación, distinguiéndose además por el caudal de aguas que aportan al cauce general del valle.

Nuestra misma alma, ¿la vemos acaso intuitivamente? ¿por ventura no la conocemos por los actos de que tenemos conciencia? pues bien; de un modo semejante conocemos el alma sensitiva por sus actos, esto es, por el sentir; conocemos que no es materia, porque la materia es incapaz de sensacion; y á la manera que de nuestra alma sabemos que es un ser simple, principio activo dotado de inteligencia y libertad, podremos decir que el alma de los brutos es un ser simple dotado de la facultad de sentir y de instintos y apetitos en el órden sensible.

Palabra del Dia

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