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Actualizado: 10 de junio de 2025
No obstante pudo haberse logrado una accion gloriosa, si las compañias de caballeria hubieran imitado á los pocos de la vanguardia que peleaban con intrepidez y arrojo: pero á pesar de la celosa actividad con que procuró llevarlas al combate su Comandante Mendiolaza, no pudo reducirlas con la persuasion ni el ejemplo que les dió, poniendose á la cabeza de ellas, haciendo fuego él mismo á los enemigos, en medio de un torbellino de piedras, que le arrojaban con sus hondas desde muy corta distancia: y viendo que nada bastaba, desistió del intento que se habia propuesto, de mantenerse en aquel sitio hasta el dia siguiente, para continuar el ataque, y mandó tocar la llamada para retirarse á Puno, como lo efectuó.
Una vez dueña la vanguardia de esta posición, podría esperar tranquilamente a que llegase la Virgen.
Lo mismo los defensores del gobierno que los revolucionarios, llevaban con ellos á sus mujeres, apodadas «soldaderas», que eran las que remediaban la ausencia de administración militar, cuidando cada una del alimento de su hombre. Durante las marchas iban á vanguardia, rodeadas de enjambres de niños y con las ropas de la familia formando un lío sobre su cabeza.
Sin aguardar á que saliesen los que quedaban en el fuerte, D. Guillén y otros tres, con hasta 20 soldados, llegaron á la primera trinchea, que estaba delante de la en que tenían la batería, que la habían dejado los turcos antes que ellos llegasen, y recogiendo gente de la que salía del fuerte para ir adelante, vieron que los que habían salido de vanguardia se retiraban al fuerte con harta más priesa y poca orden que era menester, porque los enemigos los seguían, ni tiraban tanta escopetería como solían y flechas, como otras veces.
Y, como siempre, la modestia corría a las parejas con la autoridad y la elocuencia. «No abrigamos la pretensión decía de ser los caudillos en esta gran batalla del pensamiento que no tardará en iniciarse dentro del recinto de Sarrió. Sólo aspiramos a luchar como obscuros soldados, y que se nos conceda un puesto en la vanguardia.
Sólo algún liberal botarate puede llamarle todavía cabecilla... ¡Anda, anda con el cabecilla!... Si le hubieran visto en la batalla de Muniesa con el anteojo en la mano, me entiende usted, echando líneas y paralelas... Aquí, escondida detrás de este repecho, la caballería para cargar cuando haga falta... En la retaguardia los batallones navarros... En la vanguardia los castellanos... «Capitán Tal, despliegue usted su compañía en guerrilla y moleste usted al enemigo por el flanco derecho... Coronel Cual, proteja usted con un batallón al capitán Tal para el caso de retirada... Comandante Tal, ataque usted con cuatro compañías aquella posición... Coronel Cual, proteja usted con un batallón al comandante Tal en el caso de retirada... Brigadier Tal, marche usted con los regimientos Tal y Cual por el flanco izquierdo a coger la retaguardia del enemigo... Brigadier Cual, prepárese usted a atacar de frente en el momento que yo lo ordene.»
O yo estoy lelo, o la artillería de la vanguardia ha salido del camino. Oyóse otra vez el tiroteo, más vivo aún y más cercano, y en la vanguardia se operaron varios movimientos, cuyas oscilaciones llegaron hasta nosotros. Sin duda algo grave pasaba, puesto que el ejército todo se estremeció desde su cabeza hasta su cola.
¡Viva España, Fernando VII y la Virgen de la Fuensanta! Ya nadie pensaba en tener miedo; muy lejos de esto, todos los de mi fila rabiábamos por no estar en las de vanguardia, en aquellas filas dichosas que acometían a sablazos a los franceses de a pie, ya pronunciados en completa dispersión.
Todo era algazara, todo confusión; de repente ábrense las puertas de la calle, y vense entrar por ellas el Ayuntamiento de los cristianos viejos con todo el aparato de justicia; el alguacil Molino, de vanguardia, y la dueña Bermúdez, en la rezaga.
Y mientras tanto continuó, ¿qué hacía el general Nogueras? Figúrate, muchacho, que le habían hecho creer que Cabrera no era más que un cabecilla de mala muerte, un estudiante, un teólogo que no sabía palabra del arte de la guerra. Así que, tomando el anteojo, me entiende usted (el cura hacía ademán de aplicárselo al ojo derecho), dijo a sus ayudantes: «Muchachos: el seminarista se atreve a presentarnos batalla con los desharrapados que le siguen; es necesario darle una lección muy dura para que en su vida vuelva a ponerse delante de un general español.» En seguida, me entiende usted, da sus órdenes y dispone el ataque. Suena el toque de fuego, ¡pin! ¡pan! ¡pun! de aquí, ¡pin! ¡pan! ¡pun! de allá... ¡pom! ¡pom! suena la artillería de los liberales. La de los carlistas, callada esperando la ocasión... Los liberales parece que llevan ganada la batalla, y avanzan... En esto el general Nogueras, que seguía contemplando con su anteojo el combate, mientras charlaba y reía con sus ayudantes, se pone serio de pronto... «¡Rayos y truenos! ¿Qué es lo que veo?... ¡La vanguardia del ejército envuelta! ¿De dónde mil rayos ha salido esa tropa? ¿Qué caballería es aquélla?... A ver, uno de ustedes, a enterarse de por qué retroceden los batallones de cazadores... Que cargue la caballería... ¿Dónde está?... ¡Si tiene cortado el paso!... ¡Los planes de este seminarista ni yo los entiendo, ni el diablo que lo lleve tampoco!»... En esto llega un ayudante gritando: «Mi general, escape V. E. a uña de caballo, porque estamos envueltos y vamos a caer en las manos de Cabrera.» El general Nogueras, acto continuo, pone espuela al caballo, diciendo: «¡Qué cabecilla ni qué barajas!... ¡
Palabra del Dia
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