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Actualizado: 15 de junio de 2025
Se está volviendo tan estúpida como fea. Es de notar que mi tía no me tuteaba nunca. Desde el día en que fue mujer de mi tío, creyó ponerse a la altura de su situación, suprimiendo el tú de su vocabulario. Trataba de usted hasta a sus conejos. No soy de su opinión le repuse secamente, me encuentro muy linda. ¡Qué disparate! exclamó mi tía. ¡Linda, usted! ¡Un fenómeno del alto de la estufa!
Don Antolín había conocido a Gabriel siendo niño y le tuteaba. En el cura ignorante subsistía aún el recuerdo de los grandes triunfos alcanzados por Luna en el Seminario, y al verle pobre y enfermo, refugiado en la catedral casi de limosna, su tuteo de superioridad no estaba exento de cierta admiración. Gabriel, por su parte, temía al Vara de plata, conociendo su fanatismo intolerante.
Quedóse allí como coadjutor de la nueva parroquia, y a los pocos años ascendió a párroco. Le estimaba mucho don Alejandro, y le dio un abrazo apretadísimo. Tuteaba a las Escribanas, porque eran hijas suyas de confesión y pertenecían además a una de las congregaciones que dirigía él, y les dijo algunas cuchufletas en cuanto las vio allí muy emperejiladas.
Doña Manolita era la única persona a quien doña Luz tuteaba en Villafría. Aún no se confiaba en ella con total abandono, porque doña Luz era muy reservada; pero de día en día iba ganando más doña Manolita en su corazón. Juntas salían a pie de paseo, juntas iban a la iglesia, y juntas tenían costumbre de sentarse en las tertulias.
Pero al instante los levantaba rápida y tímidamente hacia aquellos redondos y brillantes cristales que la ofuscaban. Al fin concluía por ruborizarse. Pablito, satisfecho, apuntaba a otra belleza. Las conocía como si fuesen sus hermanas, tuteaba a la mayor parte de ellas y de muchas había sido novio: pero la pluma en el aire no era más movible y tornadiza que él en materia de amores.
Entretanto que esto pasaba con nosotros, en un billar contiguo, diez o doce señoritos de muy buenas familias, jugaban al billar con el mozo de éste, que estaba en mangas de camisa, que tuteaba a uno, que sobaba a otro, insultaba al de más allá, y se hombreaba con todos: todos eran unos. ¿Entre qué gentes estamos? repetía yo con admiración. C'est drôle! repetía el francés.
Atilio Castro era un compatriota, un español que había pasado la mayor parte de su existencia fuera de su país. Trataba al príncipe con gran confianza y hasta le tuteaba, á causa de un parentesco lejano. El coronel tenía una vaga idea de que había sido cónsul en alguna parte, pero por breve tiempo. Continuamente le hacía objeto de sus burlas, que él tardaba en descubrir.
Las damas del pasado régimen la aristocracia del país la visitaban y adulaban, para defender de este modo su tranquilidad y sus bienes. Los subordinados de su esposo, cuando deseaban algo, preferían pedírselo á la generala, como si creyesen más en su autoridad que en la de Martínez. Ella los tuteaba con una bondad superior.
Fáltame añadir, para que sea completo el retrato, que era alto y seco; que veía y oía bien; que tuteaba á todo el género humano, y que se preciaba de no tener pelillos en la lengua, esto es, de decir cuanto se le ocurría, con una franqueza que tocaba y hasta pasaba á menudo sus límites, entrando con banderas desplegadas por la jurisdicción y término de la desvergüenza.
Se había hecho amigo íntimo de Paquito Vegallana y, aunque de lejos, algo le tocaba del esplendor que irradiaba el célebre Mesía, flor y nata de los elegantes de Vetusta. Orgaz le llamaba Álvaro por lo muy familiar que era el trato de Paco y de Mesía, y como él tuteaba a Paquito... por eso.
Palabra del Dia
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