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Actualizado: 15 de junio de 2025


Su nueva existencia, las continuas y pequeñas satisfacciones del amor propio, el saludo de los ujieres del Congreso, la admiración de los que venían de allá y le pedían una papeleta para las tribunas; el verse tratado como compañero por aquellos señores, de muchos de los cuales hablaba su padre con el mismo respeto que si fuesen semidioses; el oírse llamar señoría, él, a quien Alcira entera tuteaba con afectuosa familiaridad, y rozarse en los bancos de la mayoría conservadora con un batallón de duques, condes y marqueses, jóvenes que eran diputados como complemento de la distinción que da una querida guapa y un buen caballo de carreras, todo esto le embriagaba, le aturdía, haciéndole olvidar, creyéndose completamente curado.

Perezoso tambien, seguro tu no sabe la leccion, ¿ja? El P. Millon no solo tuteaba á todos los estudiantes como buen fraile, sino les hablaba ademas en lengua de tienda, práctica que aprendió del catedrático de Cánones. Si el Reverendo quería con ello rebajar á los alumnos ó á los sagrados decretos de los concilios es cuestion no resuelta todavía apesar de lo mucho que sobre ello se ha discutido.

Ya no le tuteaba. Transcurrieron varios días sin que el torero se atreviese en sus visitas a recordar el pasado. Limitábase a contemplarla en silencio con sus ojos africanos, adorantes y lacrimosos. Me aburro... Voy a marcharme cualquier día exclamaba la dama en todas las entrevistas.

Isidora, además de reír, además de temer, además de tener frío, se sentía como mecida en un vagoroso y aéreo columpio. La cara hermosísima del joven Pez pasaba ante sus ojos con oscilación de resplandores celestes que van y vienen. ¿Cómo no, si de pronto empezó a oír retahíla de palabras ardientes, que jamás oyera ella sino en sueños? Joaquín la tuteaba, Joaquín se extralimitaba de palabra.

Todo esto me pareció bien y muy en su lugar; pero ¿por qué una aldeanuca como la nieta del Marmitón tenía aquellos aires y aquellas travesuras de señorita de ciudad? ¿Por qué se tuteaba con Neluco y había entre los dos una intimidad tan sospechosa? Me atreví a hablar de ambos particulares al mediquillo apenas salimos del caserón de don Pedro Nolasco.

Los toreros le hablaban como a un padre; él los tuteaba a todos, y bastaba un telegrama llegado de cualquier punto extremo de la Península, para que al momento el buen doctor tomase el tren y fuese a curar la cornada recibida por uno de sus «chicos», sin más esperanza de recompensa que lo que buenamente quisieran darle.

¡Buenos ojos le vean, padre! ¡Qué caro se vende! exclamó Eloisa, que desde que su protegido había recibido las sagradas órdenes no le tuteaba. Al mismo tiempo se levantó y le besó la mano con verdadero afecto.

La Regenta le vio tan airoso, tan pulcro y elegante en aquella situación de farolero como paseando por el Espolón. ¡Bravo! ¡bravo! gritaron Edelmira y Paco al ver los brazos del buen mozo entre los palos de la barquilla del columpio. ¡No me tires! ¡No me tires! gritó Obdulia que sintió las manos de su ex-amante debajo de las piernas. Visita le dio un pellizco a Edelmira a quien ya tuteaba.

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