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Actualizado: 23 de octubre de 2025
JIMENA. ¿Mas por qué por el de Luna tanto empeño manifiesta? LEONOR. Esa soberbia ambición que le ciega y le devora es ¡triste! mi perdición. ¡Y quiere que al que me adora arroje del corazón! Yo al Conde no puedo amar, le detesto con el alma; él vino ¡ay Dios! a turbar de mi corazón la calma y mi dicha a emponzoñar. ¿Por qué perseguirme así? Desde anoche le aborrezco más y más.
La tapia del cementerio se destacaba en la claridad plomiza del cielo como una faja negra del horizonte. No se veía nada distintamente. Los cipreses, detrás de la tapia, se balanceaban, parecían fantasmas que se hablaban al oído, tramando algo contra los atrevidos que se acercaban a turbar la paz del camposanto. En la puerta se detuvo el cortejo. Hubo algunas dificultades para entrar.
Los árboles que los producen llevan el nombre botánico de citrus decumanus. Ya bebidos y comidos, y sintiéndose tranquilos por el silencio profundo que reinaba en la selva y en las orillas del riachuelo, se entregaron al sueño, que ningún suceso vino a turbar. Los gritos de una bandada de papagayos los despertaron al alborear el día.
Nunca se le había aparecido la Reina del Cielo, pero consuelos se los daba a manos llenas; y el espíritu se lo inundaba de luz y de una alegría que no podían obscurecer ni turbar todas las desdichas del mundo, al menos las que él había padecido.
Deslizábanse los días en santa calma, trabajando mucho, pero sin que un leve contratiempo viniera á turbar la monotonía de una existencia laboriosa. Algo se había enfriado el afecto que mostraron todos los vecinos al enterrar al pequeño.
He aquí, tirano, el enemigo que sofocaste entre nosotros. He aquí el vellocino de oro que tratamos de conquistar. He aquí cómo la Prensa de Francia, Inglaterra, Brasil, Montevideo, Chile y Corrientes, va a turbar tu sueño en medio del silencio sepulcral de tus víctimas; he aquí que te has visto compelido a robar el don de lenguas para paliar el mal, don que sólo fué dado para predicar el bien.
Lo que este modo de pensar pudiese tener de orgulloso lo disipaba el Padre, concediendo en su mente que en absoluto Dios no necesitaba de él para nada; que su ser no valía más que el de otro hombre cualquiera; pero que Dios le había creado para algo y no para que se destruyese, ya que destruirse era infringir una ley divina, turbar o querer turbar el armónico conjunto de las cosas, y distraer violentamente una fuerza viva del punto de acción que la naturaleza le ha marcado.
Era un pastor que apacentaba felizmente sus ovejas, conduciéndolas con dulzura por el sendero de la virtud hacia el paraíso y trasquilándolas de vez en cuando el rico vellón para que no se enredaran en las zarzas. La aparición de su nuevo compañero vino a turbar aquella deliciosa Arcadia mística.
»¡Todo sea por Dios! Quizás esto sea lo mejor.» En los días sucesivos nada vino ya a turbar la alegría de los novios, y durante una semana pudo verse asomar a todos los labios la sonrisa, sin que la menor sombra flotase en el ambiente ni pudiese vislumbrarse que entre los cuatro corazones reunidos allí había dos amargados por la pena que allá en la soledad hacía a sus semblantes recobrar la triste expresión oculta bajo la ficción del disimulo.
La maldita vanidad me hizo ser un infame. ¡Había tantas mujeres guapas cuando yo era mozo, á quienes cuesta tan poco otro tropiezo, una caída más ó menos! ¿Por qué, pues, no siendo arrastrado por una pasión vehemente, que ni siquiera tengo esta excusa, ir á turbar la paz del alma de aquella austera señora? Tiene razón sobrada. Soy digno de que me aborrezca ó me desprecie.
Palabra del Dia
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