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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Quintanar pasó a la convicción contraria; se le antojó que bien podían ser las ocho, se vistió deprisa, cogió el frasco del anís, bebió un trago según acostumbraba cuando salía de caza aquel enemigo mortal del chocolate, y echándose al hombro el saco de las provisiones, repleto de ricos fiambres, bajó a la huerta por la escalera del corredor pisando de puntillas, como siempre, por no turbar el silencio de la casa. «Pero a los criados ya los compondría él a la vuelta. ¡Perezosos!

Toda aspiración suya había sido hasta entonces modesta, prosaica y pacíficamente asequible; pero Juanita había venido en mal hora a turbar su calma y a aguijonear su fantasía para que remontase el vuelo a muy altas regiones, donde, si bien había más luz, había también tempestades que su alma pacífica y sólo acostumbrada al sosiego apenas podía sufrir.

Hay un seno todo mio Donde reclino mi frente, Cuando el dolor inclemente Viene mi pecho á turbar; Hay lábios que solo se abren Á mis lábios con encanto, Y ojos que vierten un llanto Que al mio se á mezclar.

Y se oyó el ruido discreto de un balcón que se cierra con miedo de turbar el silencio de la noche. Pisando quedo, entró don Fermín en su alcoba. Detrás del tabique oyó el crujir de las hojas de maíz del jergón en que dormía Teresa, y después un suspiro estrepitoso. El Magistral encogió los hombros y se sentó en el lecho.

Entonces Blázquez Serrano pidiole disculpas de venir a turbar aquellos momentos de saludable meditación; pero se trataba, dijo, de un asunto harto grave y venía a exigirle el postrer homenaje a la amistad que les había ligado hasta entonces. Vuesa merced se va exclamó; pero yo quedo, y solamente la palabra de vuesa merced puede auxiliarme en esta cuita.

Perezoso, afecto a la embriaguez, irascible, camorrista y valiente como era, comenzó a turbar con frecuencia la paz de este pueblo, tan tranquilo siempre, y no pocas veces, con sus escándalos y pendencias, puso en alarma a los habitantes y dió que hacer a sus autoridades.

Por fortuna, Pepe lo comprendió así, y, aunque acibarada el alma, rebosando hiel el pensamiento, resolvió aguantarse. ¿Qué podía hacer? ¿Dejarse llevar por la cólera, promover un escándalo, y tras no conseguir nada ser llevado a la cárcel, si aquellas mujeres requerían el auxilio de las autoridades? ¿Con qué derecho iba a turbar la paz del santo asilo? ¿Por sacar de allí a su madre?

Esta confianza llegó a pecar de excesiva en algunas ocasiones. Al menos así lo pensó el P. Gil. Obdulia se autorizaba de vez en cuando algunas familiaridades que le chocaban, y en ocasiones llegaron a turbar momentáneamente la limpidez de su conciencia. Un día le habló de sus apuros económicos.

Y Andresito, cerrando los ojos, despreciando los punzantes recuerdos del pasado, se sentía feliz, tanto casi como Conchita, que en los días de Pascua, en la agitación de las alegres meriendas, había conseguido turbar a Roberto hasta el punto de arrancarle la deseada declaración.

Hallando fácil y abundante cosecha de laureles entre las seductoras y ya seducidas, no tuvo el Conde la mala idea de extraviar a ninguna cándida e inocente doncella, o de turbar la santa paz de algún matrimonio modelo por lo bien avenido, ejemplar y amoroso.

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