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Yanduballo cayéra en tierra frio, La triste Liropeya desmayada; El mozo con crecido desvario A la moza habló, que está turbada: "Volved en vos, le dice, ya amor mio, Que esta ventura estaba á mi guardada, Que ser tan lindo, bello y soberano, No habia de gozarlo aquel pagano."

Señora dijo, se da usted una pena inmensa por simples quimeras... Cálmese... Fíe en mi buena amistad y en mi delicadeza. Me portaré de manera que no haya de verse turbada su tranquilidad... Le prometo abreviar todo lo posible mi estancia en Val-Clavin.

Y echó a correr, cortando el camino a través de los céspedes. Cuando María Teresa estuvo sola bajo los árboles de la avenida, pensó que un adiós definitivo le había causado a ella también alguna pena. Se sintió turbada y un poco triste al considerar que los días felices de aquella estación tan alegre, pertenecían ya al pasado.

¿A quien no ha de causar esto mancilla, Si tiene de cristiano sentimiento, Que no quedó de toda la cuadrilla Alguno, mas que tres; pues el tormento Que pasan, y la pena, quien decilla Podrá? que á mi en pensarla ya el aliento Me falta, y la pluma desflaquece, Y mi lengua turbada, se entorpece.

La chacha Ramoncica, en aquel apuro, me agarró de un brazo, tiró de , y me llevó al cuarto de Isabelita, con agradable sorpresa por parte mía. Halló D. Gregorio tan turbada a su mujer, que se acrecentaron sus recelos y quiso registrarlo todo, seguido siempre de su cuñado. Así llegaron ambos al cuarto de Isabelita.

Turbada, sin embargo, se levantó a desprenderse el velo, dando la espalda al hermano, por temor de que sus colores la vendieran; y se puso a mover platos y copas para mejor disimular.

Entonces la hermosa Quiteria, sin responder palabra alguna, turbada, al parecer triste y pesarosa, llegó donde Basilio estaba, ya los ojos vueltos, el aliento corto y apresurado, murmurando entre los dientes el nombre de Quiteria, dando muestras de morir como gentil, y no como cristiano. Llegó, en fin, Quiteria, y, puesta de rodillas, le pidió la mano por señas, y no por palabras.

Don Álvaro vio que mientras la conversación general ocupaba a todos los convidados, que esperaban en el salón, en pie los más, la voz que les llamase a la mesa; Ana disimuladamente se había acercado al Magistral y junto a un balcón le hablaba un poco turbada y muy quedo, mientras sonreía ruborosa.

En que se sabe quién era el incógnito amante de doña Guiomar. Trémula la mano, alborotado el corazón, encendido el bello semblante y turbados los divinos ojos, doña Guiomar abrió la puerta del cuarto, y dijo con la voz tan turbada que apenas si se la oía: ¡Eh, caballero, salid si os place, yo os lo ruego!

Oye, pues, Florela amiga, y dime lo que de esta carta juzgas, y ayúdame con tu ingenio, que yo estoy tan turbada, tan confusa y tan cobarde, que, como ya te he dicho, no qué haga, ni qué deje de hacer, ni qué espere, ni qué tema.