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En cuanto a Clara se puede decir que no vivía más que para él. Una tarde en que por haberse ausentado momentáneamente Elena quedaron solos los novios, Tristán aprovechó aquellos instantes para repetir a su amada la admiración y la gratitud de que estaba poseído. Después, quedando pensativo, dijo melancólicamente: ¡Era yo tan feliz en aquel momento, Clara!

También yo entiendo algo de letra, dijo Tristán con la boca llena; por más que no estuve bastante tiempo con los monjes para aprenderlo bien, que ello es cosa de mucho intríngulis. ¿? Pues aquí tengo yo algo que te permitirá lucirte, repuso el arquero, sacando del pecho un pergamino que entregó á Tristán.

Por su parte Núñez hizo de Tristán su amigo porque le halló inteligente y figurando entre los jóvenes de más porvenir en la literatura, porque vestía con elegancia y pertenecía a una familia opulenta. La vida de ambos no era igual, sin embargo.

Sólo en las manos hubo un leve temblor que no llegó a percibir Tristán. ¿Has estado ? -No; Barragán es el que ha estado y pretende haberte visto nada menos que servir un vaso de agua a mi cuñada Elena que habías dejado en el coche. Nada, ni un imperceptible signo de confusión o de sorpresa. La más completa, la más absoluta tranquilidad. Hubo una pausa.

¡Obcecado! ¡obcecado! exclamó Tristán con voz enronquecida ya por la ira . No hay chismes, no hay malintencionados. Yo no puedo creer que tengan mala intención ni pretendan engañarme mis propios oídos. A la postre todo se descubre. Para quien no procede con lealtad el mundo es transparente.

Nos plantamos aquí en medio de la sala, nos agarramos cómo y por dónde podamos, y si me derribas te regalo aquel soberbio cobertor de pluma, que gané en la toma de Narbona y que no tiene igual ni en la cámara del rey.... Qué me place, asintió Tristán, quitándose apresuradamente ropilla y jubón y dejando ver los poderosos músculos de su cuello, pecho y brazos.

Llegó por fin el día señalado, uno de los últimos de julio que amaneció como los antecedentes claro, sofocante, abrasador. La familia de Escudero había ido la noche anterior a dormir en casa de Reynoso. Tristán se trasladó por la mañana acompañado de Gustavo Núñez y el paisano Barragán. Gran parte de la colonia veraniega y mucha también del vecindario quiso presenciar la ceremonia nupcial.

Resuelto este punto importante, fuimos al castillo de proa, en donde se habían fortificado los portugueses. Tristán llamó a Silva Coelho, y le dijo que éramos más que ellos y que estábamos armados; añadió que no pensábamos atacarlos; podían hacer lo que quisieran. Los portugueses optaron por rendirse. Tristán de Ugarte, ya capitán de hecho, mandó coger a todos los chinos y bajarlos a la bodega.

Lo único que hizo fue mirarle durante largo rato fijamente como si tratase de inquirir si efectivamente se hallaba bien de salud o es que le ocultaba alguna secreta dolencia. ¿Conque bien, Tristanito? ¿bien de verdad, eh? Tristán un poco impaciente le aseguró que nada le dolía. Pero disipadas estas dudas parece que renacieron más vivas las referentes a la salud de Clara.

Pero ¿qué tiene que ver Estévanez con ese artículo de El Universal? preguntó con asombro Reynoso. Pero, ¿no sabes, inocente profirió Tristán sonriendo sarcásticamente , que Leporello está casado con una parienta de Estévanez y que no ve más que por sus ojos ni piensa más que por su cerebro?