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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Cuando ya había terminado el sainete y se disponía el autor a retirarse con sus amigos, el inspector de policía vino a decirle que había hecho detener por sospechoso a un hombre de mal aspecto que se hallaba en el paraíso y que decía conocerle. ¿Mal aspecto? preguntó Tristán. Malísimo. ¿Unas barbas muy largas? ¿Cara de asesino? , señor, se apresuró a decir el inspector.

De esta suerte se enriqueció la fantasía de los españoles con las imágenes que les suministraron dos grandes ciclos poéticos, que habían recorrido la Europa entera cristiana, á saber: el de la Tabla-Redonda, del rey Artur, y el de Carlomagno y sus doce paladines, como las de los hijos de Haimón, las de Tristán y Lanzarote, las de Ogier de Dinamarca, Fierabrás, Merlín, Iwain, etc., conocidas y estimadas por todas las clases de la sociedad.

¡Pues entonces cortemos inmediatamente esta conversación! exclamó Cirilo apoyándose con mano crispada sobre la mesa para levantarse . Considero a usted un hombre de honor y que se arrepentiría de haber ofendido a quien carece de medios para pedirla reparación de la ofensa. Visita se había puesto en pie también vivamente y Tristán hizo lo mismo.

Adiós ilusiones de paz y de amor, adiós aire puro, adiós gratas correrías, adiós sueño tranquilo. Otra vez a la soledad de su casa, a las tristes alternativas de un humor suspicaz y sombrío. En la tarde del mismo día en que regresaron se hallaban los esposos en el despacho de Tristán.

¿De manera que usted ha conocido a Tristán de Ugarte? preguntó el viejo. . ¿Usted también lo ha conocido? ¡Ya lo creo! ¡Era pariente mío! Es verdad ... Se parece usted a él en la voz..., en algo, no en qué ... ¿Y qué fué de su vida? Murió hace unos meses. ¿En España? Si. ¿Con quién vivía? Con su hija y con un criado, alto, rojo ... ¿Escocés, quizá? Si. Allen: lo recuerdo.

Era cosa bien difícil, porque casi toda estaba en la convalecencia. Entre el segundo contramaestre, el cocinero y Tristán, el de la cicatriz, hicieron un pacto para apoderarse del barco y formar una asociación de piratas. Una noche, al entrar en el camarote, se apoderarían del capitán y enarbolarían la bandera negra.

Este diminutivo en los labios de su prometida hacía daño a Tristán. Había estado muchas veces a punto de decírselo; pero sólo ahora a impulsos del desabrimiento que experimentaba se arrojó a hacerlo. ¿Por qué le llamas Nanín? le dijo con aspereza en voz baja. Llámale marqués o Fernando, pues que no es tu pariente ni tu amigo íntimo.

No estuvieron sus labios junto a los de ella el tiempo que los de don Tristán de Leonís y la reina Iseo, de los que dice el antiguo romance: Tanto estuvieron unidos cuanto una misa rezada.

El silbido de la flecha se oyó á gran distancia; el medidor del terreno se arrojó de cara al suelo y levantándose enseguida echó á correr en dirección opuesta al grupo que formaban los tiradores. ¡Aprieta, Tristán! ¡Si no se tira al suelo no lo cuenta! ¡Bien, muchacho! exclamaron los arqueros. ¡Mon Dieu! No he visto jamás proeza igual, dijo el de Brabante.

«Lo que está arreglado se desarregla y lo que está hecho se deshace» repitió Tristán sonriendo sarcásticamente . Hasta ahora nada le he dicho ofensivo... No ha sido más que la queja de quien se siente herido. Pero no respondo de que más tarde no pueda decirle algo que le moleste de veras.

Palabra del Dia

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