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Yo le dije: "Señor, hasta que dió las dos estuve aquí y, de que vi que vuestra merced no venía, fuíme por esa ciudad a encomendarme a las buenas gentes, y hanme dado esto que veis." Mostróle el pan y las tripas, que en un cabo de la halda traía, a la cual él mostró buen semblante, y dijo: "Pues, esperado te he a comer y, de que vi que no veniste, comí.

Los que no sois aficionados, siempre empleáis los mismos argumentos, ¡los caballos!... ¡las tripas!... Si atendieseis a la lidia, no repararíais en esas menudencias... pero, ¡claro está! no sabéis lo que está pasando, no os ocupáis de estudiar el toro, os aburrís, y vais a mirar allá al otro extremo de la plaza a ver si a algún caballo se le ha salido el mondongo... Y en último resultado, ¿qué? ¡No parece más que no habéis visto nunca las tripas de un animal! ¿No os coméis todos los días el chorizo en el cocido?

Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol.

Pues un domingo que salí con él al Perejil, por si había mirado á Fulano y por si Mengano había dicho ¡ole!, llegamos á casa y, sin decir palabra, toma unas tijeras y tiene las malas tripas de hacerme rajas el vestido y los zapatos... ¡Ea! ¡otra vez desnuda!... Yo le digo: «Pero, hijo, ¿es que te gusto más en cueros?...»

Con la magnanimidad de un caballero andante protector de la viuda y el huérfano, tomaba bajo el amparo de su brazo a esta mujer llorosa y sus pequeños aulladores. ¿Qué queréis ustedes? ¿Ver ar enfermo?... Pues lo veréis, aunque tenga que echarle las tripas ajuera a ese rubio fachendoso que está en la puerta. Prorrumpía en insultos y amenazas contra el marinero, que no podía entenderle.

Sentámonos nosotros, y yo, que vi el negocio malparado y que mis tripas pedían justicia, como más sano y más fuerte que los otros, arremetí al plato, como arremetieron todos, y emboquéme de tres medrugos los dos y el un pellejo. Comenzaron los otros a gruñir; al ruido entró Cabra, diciendo: -Coman como hermanos, pues Dios les da con qué. No riñan, que para todos hay.

Ha perfectísimo entre los mundos, ¿adonde estás? ¿y de qué enfermedad ha muerto? ¿ha sido por ventura de la pesadumbre de verme echar á patadas de la soberbia quinta de su padre? No por cierto, dixo Panglós, sino de que unos soldados bulgaros le sacáron las tripas, despues que la hubiéron violado hasta mas no poder, habiendo roto la mollera al señor baron que la quiso defender.

Echando una mirada a lo alto del tejado, vio la Delfina que por encima de este asomaba un tenderete en que había muchos cueros, tripas u otros despojos, puestos a secar. De aquella región venía, arrastrado por las ondas del aire, un olor nauseabundo. Por los desiguales tejados paseábanse gatos de feroz aspecto, flacos, con las quijadas angulosas, los ojos dormilones, el pelo erizado.

-A la mano de Dios -dijo Sancho-; yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída. -Así es la verdad -respondió don Quijote-; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella.

Esta debe de ser sin dubda de ellas; mas yo te prometo, acabado el mes, no quede en ella, aunque me la den por mía." Sentóme al cabo del poyo y, porque no me tuviese por glotón, callé la merienda; y comienzo a cenar y morder en mis tripas y pan, y disimuladamente miraba al desventurado señor mío, que no partia sus ojos de mis faldas, que aquella sazón servían de plato.