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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Sus compañeros de alojamiento toleraban que continuase entre ellos, con la esperanza de que partiría de un momento á otro. Transcurrió el tiempo sin que volvieran á presentarse la enlutada con el niño, ni la viuda con el farol. Ovejero bebía y su embriaguez no se poblaba de visiones. Pero una noche dió un alarido de hombre asesinado que despertó á sus camaradas.

Todo el mundo estaba pendiente de su sonrisa, de sus gestos, de su apetito y no se escatimaban los medios de divertirla y aun aturdirla. Así transcurrió un año. Al cabo, aquella vida, más que agitada, febril, agotó sus nervios. Acometiole un decaimiento físico y moral que en vano trataron de combatir los que a la continua la rodeaban. El primero que sintió los efectos de este desmayo fue Núñez.

Bien habían bromeado con Nelet y el cochero del señor López. Comenzó la confusión de la despedida. Buscaban los abrigos abandonados sobre los muebles; olvidaban dónde habían dejado el sombrero; recogían los velillos rotos en el revuelto montón de prendas, y transcurrió más de media hora antes de que todos estuvieran listos.

Transcurrió una hora sin que ocurriese en el buque nada extraordinario. Abajo en el comedor retiraban los sirvientes las mesas, preparando el salón para el baile. Las máscaras paseaban por la cubierta. Sus dos calles parecían las de una ciudad en Carnaval. El señor disfrazado con el salvavidas tomaba su café tranquilamente, sin abandonar el caparazón de corcho.

Alicia vigiló cómo estos cirios eran encendidos y colocados en un candelabro frente á la Virgen. Luego se arrodilló, permaneciendo rígida sobre sus rótulas. Transcurrió el tiempo. Miguel la veía igual á las dos mujeres del pueblo: una masa negra inmovilizada por el rezo y la súplica.

Tal vez les habían indicado un vado ó una barca olvidada para salvar el Marne, y continuaban su retroceso hacia el río. De un momento á otro, los alemanes iban á entrar en Villeblanche. Transcurrió media hora de profundo silencio. El pueblo perfilaba sobre un fondo de colinas su masa de tejados y la torre de la iglesia rematada por la cruz y un gallo de hierro.

Así transcurrió, no sin grande impaciencia del Vizconde, una semana entera, y llegó otro viernes, día en que la señora de Pinto tenía su tertulia. El Vizconde acudió tan temprano, que sólo encontró a la señora y señoritas de la casa y a tres o cuatro amigos íntimos que habían estado a comer con ellas.

Tomé la sábana más delgada que pude encontrar y la extendí sobre ella en lugar de la frazada; pero eso no le procuró ningún alivio. Gritaba y hablaba sin interrupción y de vez en cuando marmoteaba con volubilidad, como una persona que estudia una lección a media voz. Así transcurrió como una hora.

Se calzó fuerte, se puso el impermeable y bajó al Prado, yendo a colocarse ante la fuente de Neptuno, con los pies en un lago, el diluvio en torno y la imaginación barrenada por la impaciencia. Transcurrió media hora: según el reloj treinta miserables minutos; para el pensamiento, treinta siglos de malestar y desesperación. Repentinamente su espíritu se inundó de luz.

Luego se llevó una mano á los ojos, y apoyando sus codos en las rodillas gimió sordamente: Era mi madre... ¡Mi pobre mamá, que tanto me quería! Hubo un largo silencio. Torrebianca, como si no quisiera mostrar su dolor en presencia de su mujer, se refugió en una habitación inmediata. Elena, ceñuda y malhumorada, le oyó gemir y pasearse al otro lado de la puerta. Así transcurrió mucho tiempo.

Palabra del Dia

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