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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Después, recobrándose súbito, se lanzó sobre el hombre del bastón y sacudiéndole fuertemente por la solapa, le dijo con voz de trueno: ¿Y quién es usted, insolente, para pensar en cosa semejante? Soy el jefe de orden público de la provincia, y le advierto que si usted intenta la menor resistencia, haré uso de la fuerza que traigo.

Tercer huevo es casi siempre el superávit de los presupuestos y no corta porción de las rentas y recursos de los particulares y de los Estados. Traigo esto al propósito de que recibamos con escepticismo prudente todos los datos estadísticos que el Sr. Merchán presenta para demostrar cuánto produce á España la isla de Cuba.

Lucía, aquí te traigo una amiga, para que te la pongas en el corazón, y me la cuides como cosa de tu casa. En tus manos la puedo dejar: no eres envidiosa. Y a Sol se le encendía el rostro, sin saber qué decir, y a Lucía se le desvanecía el color, buscando en balde fuerzas con que mover la mano y abrir los labios en una sonrisa. Pero esto no ha de ser así, no.

He podido reunir cinco mil reales: me faltan sólo otros cinco mil. Bringas... No con qué palabras he de decir a usted que es más fácil que nos bebamos toda el agua del mar. Olvidaba decirle que traigo aquí la carta de mi administrador, asegurando que del 15 al 20... No qué mejor garantía podría dar.

Cuando no tengo otro trabajo, me traigo a casa unas cuantas resmas, y las enluto mismamente como las señoras ven. El almacenista paga un real por resma. Yo pongo el tinte, y trabajando todo el día, me quedan seis o siete reales. Pero los tiempos están malos, y hay poco papel que teñir.

El mayor obstáculo era que yo no había estado en la guerra y no podía hablar de las batallas y los sitios, que sólo conocía de oídas o por los datos vagos de los periódicos. Mira, don Oscar tiene una porción de historias y documentos de la guerra. Mañana te traigo dos o tres libros, los lees, y luego vuelvo a colocarlos en su sitio.

Alguna vez salía del patio y se metía por las habitaciones interiores; pero al instante le seguía Pepita y le traía cogido por una oreja. Aquí traigo a este hombre, que al menor descuido se me escapa a la cocina. No hagan ustedes caso. Esta mujer se empeña en no dejarme satisfacer ciertas funciones apremiantes... No respondo de las consecuencias.

Después, al momento que la vio entrar, corrió la mujer del pintor al encuentro de su amiga preguntándole con grande inquietud: ¿Qué hay?.... ¿qué ocurre? Hay en primer lugar que te traigo las excusas del marqués de Pierrepont, y además la seguridad de que en adelante no nos hará sonrojar la amistad que le profesamos.

La sorpresa no permitió a la señorita de Penáguilas usar de la palabra cuando Teodoro, depositando cuidadosamente su carga sobre un sofá, le dijo: Aquí la traigo... ¿qué tal?, ¿soy buen cazador de mariposas? El nuevo mundo Retrocedamos algunos días. Cuando Teodoro Golfín levantó por primera vez el vendaje de Pablo Penáguilas, este dio un grito de espanto. Sus movimientos todos eran de retroceso.

La cara de militar adulterado no expresaba más que un interés decidido por la familia. Al fin Torquemada, que no gustaba de perder el tiempo, dijo a su amiga: «Vamos, doña Lupe, que hoy estamos de buena. ¿A que no me acierta usted la peripecia que le traigo?». La fisonomía de la señora se iluminó, pues sabía que su amigo llamaba peripecia a toda cobranza inesperada.

Palabra del Dia

bagani

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