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Es que lo ve imposible. ¿Quién rompe esa muralla de carne? Pues cualquiera. Verá usted cómo voy allá y lo traigo en seguida replicó D. Martín, hombre de carácter enérgico y expeditivo, disponiéndose a levantarse. D. Juan le retuvo por la manga de la levita. No; déjelo usted... Acaso no quiera venir... Ya conoce usted su carácter.

¿Qué es eso? la dije. Esto es que Dios me favorece, me contestó: son tres mil reales que he ganado a la lotería. ¡Ah! exclamé adivinando su intención. Tres mil reales que traigo a usted. ¿Y para qué quiero yo eso? ¿Para qué? me contestó mirándome gravemente, para que se reintegre usted de los dos mil reales que dio a la señora Adela. ¡Ah! ¿eres orgullosa?

Mire, mi niñita: no le traigo de esos jazminotes blancos, porque los de acá huelen muy fuerte; pero aquí le pongo, en este vaso azul, esos jazmines de San Juan, que acá se dan todo el año y huelen muy bien de noche.

Vivían felices sin reñir nunca por nada, sin que hubiese entre ellos la menor desavenencia, hasta que Vd. llegó a Madrid. A los quince días varió la decoración. Repito que no toleraré... Un poco de paciencia y acabaremos pronto. Traigo propósito de que me oiga usted.

Al avío, les dije; que la razón que traigo, urge, y lo que quiero yo es largarme presto y perder a ustedes, a sus amos y a Madrid de vista. Nicolás dijo entonces una moza que tenía trazas de ser tan Farota como su ama , lleva ese ganso al treato: allí podrá ver a la señora

Venía siguiendo el cauce del arroyo, y no sabía ya dónde estaba... voces y salté... ¿Y qué caza venía usted siguiendo, señorito? preguntó el paisano con acento socarrón. No traigo carabina... ya lo ve usted... Venía tan sólo por conocer estos lugares, que todavía no he visto. Y también por ver a esta reitana, ¿verdad? dijo el aldeano soltando una grosera carcajada.

No teman y estenme atentos. Orden traigo de Dios mismo Á boca de reprenderles La poca fe que han tenido. Los que siguen la bandera Del gran alférez de Cristo, ¿La plaza que les entrega Desamparan fugitivos? No dos días naturales Que puso el contrario el sitio: ¿Cómo desmaya tan presto De vuestra esperanza el brío?

No traigo carta; pero un recadito que vale más. ELECTRA. ¿Qué?...¿Sale? PATROS. Ahora mismo, en cuanto se vayan unos señores que ya estaban despidiéndose... Que le espere usted aquí, y hablarán un ratito... Tiene que ir a una conferencia telefónica. PATROS. Ya viene. Toma... Para la Virgen. PATROS. Ya, ya.

Pero, alma de Dios le dijo Fuertes para sacarle del negro desaliento en que le veía sumido , ¡cómo se ha de prescindir de ese detalle si en la situación en que usted se halla y para el caso que usted teme, es él toda la cuestión? ¡Toda la cuestión? Toda la cuestión, Leto, o yo no lo que traigo entre manos.

Si traigo una mujer á mi casa y es fea, mis amigos no encontrarán placer alguno en su presencia, y si es bonita, arriesgaré el perder mi amante. Solamente cuando me creía unido á ella con lazos más fuertes, hizo una excepción á esa regla y esta fué la causa de mi perdición.