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762 Y menudiando los tragos aquel viejo, como cerro, "No olvidés", me decía, "Fierro, que el hombre no debe crer en lágrimas de mujer ni en la renguera del perro." 763 "No te debes afligir aunque el mundo se desplome. Lo que más precisa el hombre tener, según yo discurro, es la memoria del burro, que nunca olvida ande come."

Era maravilla ver, después de esa visita de Roberto, cómo Marta volvía a la vida y recuperaba a la vez fuerzas, colores y salud. Esos pocos días de existencia en común con él habían obrado sobre ella como un baño fortificante, y más aun la milagrosa fuente de la esperanza, de la cual había bebido furtivamente a grandes tragos.

Durante los tres dias que pasé en la imperial Toledo, tan magníficamente cantada por Zorrilla, me vi forzado á renunciar á la carne, recibiendo la ley de la situacion. Pero como no habia pescado, ni huevos, ni leche, quedé á discreción de los garbanzos cocidos y otras iniquidades de la cocina española, neutralizando algo mi desdicha con buenos tragos de un exquisito Valdepeñas.

¿En dónde pasa la acción de esta verídica historia? En cualquier sitio delicioso de cualquiera provincia de España. En todas ellas hubo docenas de docenas de conventos, cuyos piadosos moradores atravesaban este valle de lágrimas sostenidos por su fe y por los copiosos tragos y valientes tajadas con que procuraban conservarse robustos para entrar con pie firme en la mansión de los bienaventurados.

Juanillo puso sus palos a la fiera y quedó junto a un tablado, gozándose en recibir la ovación popular en forma de tremendos manotazos y ofrecimientos de tragos de vino. Una exclamación de horror le sacó de esta embriaguez de gloria. Chiripa no estaba ya en el suelo de la plaza. Sólo quedaban en él las banderillas rodando por el polvo, una zapatilla y la gorra.

Estaban los dos sentados junto a un velador cubierto con fina y blanca servilleta; cenaban con sendas medias botellas de Burdeos al lado, y llegaban al momento necesario de la expansión y las confidencias; Mesía melancólico, pasando a tragos la nostalgia de lo infinito, que también tienen los descreídos a su modo, inclinaba mustia la gallarda y fina cabeza de un rubio pálido, y parecía un poco más viejo que de ordinario.

¿Qué quieres, Sancho hermano? -respondió don Quijote con el mesmo tono afeminado y doliente que Sancho. -Querría, si fuese posible -respondió Sancho Panza-, que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene vuestra merced ahí a mano. Quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos como lo es para las feridas.

Esto es lo que hay en substancia, Leto le dijo don Claudio en conclusión . No si refiriéndoselo a usted como se lo he referido, falto o no falto a la confianza depositada en por don Alejandro; pero que no es usted hombre que se conforma con parvidades en tragos de esta naturaleza; y, sobre todo, que en ninguna sima más honda, ni en arca mejor cerrada que usted, puede guardarse este secreto.

Mortificar a los demás y divertirse ella, de mil maneras desconocidas, todo lo posible, estas eran las dos fuentes de placer que quería agotar a grandes tragos; dos fuentes que venían a ser una misma.

D. Pantaleón le introdujo a la fuerza algunas galletas en la boca y le hizo beber unos tragos de leche. ¿Por qué me has atado, abuelito? articuló al fin el niño. Yo no hice nada. Llévame con mamá. D. Pantaleón le miró fijamente. Por sus ojos pasó un relámpago de razón. Le trajo hacia , abrazole tiernamente y le besó con efusión repetidas veces. El niño, animado, repitió: Llévame con mamá.