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Actualizado: 22 de junio de 2025


El torero, al contemplar la carta con su adoración de hombre del pueblo poco versado en la lectura, no podía evitar cierto sentimiento de molestia, como si se viese despreciado. ¡Esta gachí! murmuró . ¡Esta mujer!... No hay quien la desmonte. ¡Mia que hablarme de usté!... ¡Usté! ¡Y a !... Pero los buenos recuerdos le hicieron sonreír satisfecho.

Después de su trabajo en cualquier plaza de provincias, volvía al hotel seguido de su cuadrilla, pues todos vivían juntos. Sentábase sudoroso, con la grata fatiga del triunfo, sin quitarse el traje de luces, y acudían los «inteligentes» de la localidad a felicitarle. Había estado «colosal». Era el primer torero del mundo. ¡Aquella estocada del cuarto toro!...

Unas volvían la cabeza, como para no ver al torero; otras le miraban con ojos de desconsoladora conmiseración. El espada achicábase, como si quisiera pasar inadvertido; se ocultaba detrás de la corpulencia del Nacional, ceñudo y silencioso. Un grupo de muchachos rompió a silbar siguiendo el carruaje.

Pero le bastó invitar una noche á comer á este ruiseñor humano, para desprenderse de sus ilusiones. ¡Qué torrente de necedades cuando hablaba! ¡Qué feo y vulgar al despojarse de sus trajes escénicos y limpiarse los colores del rostro!... Estando en Sevilla durante la Semana Santa, sintió interés por un torero joven al que adoraba España entera.

Le igo que no lo pasará mal: yo conozco aquí cerca un colmao donde hacen unas magras que.... Diciendo esto, el torero tomó á Clara por un brazo y quiso internarla por la calle del Lobo. Suélteme usted, caballero dijo Clara desasiéndose: tengo que hacer; por Dios, suélteme usted. Pues es lo mesmo que un puerco-espín. ¡Bah! Si es usted muy guapa para ser tan picona.

Gallardo recordaba poco a poco la exactitud de estos hechos, mirando con asombro a aquel hombre enterado de todo. Y el bandido, para demostrar su generosidad con el torero, habló del escaso respeto que le inspiraban los obstáculos. ¿Ve usté eso de los otomóviles? ¡Pamplina!

¡Mala pata! murmuró el torero, siguiendo adelante . ¡Cuando digo que hoy pasa argo!... Era el capellán de la plaza, un entusiasta de la tauromaquia, que llegaba con los Santos Oleos bajo la chaqueta. Venía del barrio de la Prosperidad, escoltado por un vecino que le servía de sacristán a cambio de un asiento para ver la corrida.

Pues no estamos conformes contestó Carrascosa, accionando con mucho aplomo, porque ¿qué tiene que ver esa elocuencia con la de Alcalá, el cual es hombre que, cuando dice "allá voy", le levanta á uno los pies del suelo? Es verdad dijo, terciando en el debate, uno de los circunstantes, que debía de ser torero, á juzgar por su traje y la trenza que en el cogote tenía; es verdad.

Aunque la escultura no hubiera producido en nuestra época otra cosa que la estátua, tan bien concebida como ejecutada, del torero moribundo, que tanto nos hizo admirar y sentir en la última exposicion, y los nombres de Ponzano, Suñol, los Vallmitjana y tantos otros no gozaran de reputacion europea, aquel atrevido intento, aquella estética innovacion, sería triunfo suficiente para la gloria de la más ingrata de las artes.

Otros, pensando en su dinero, gritaban contra este hombre que se dejaba arrastrar del instinto de conservación, defraudándolos en su placer. ¡Un robo! Gentes soeces insultaban al espada con palabras de duda sobre su sexo. El odio hacía emerger y flotar, al través de muchos años de admiración, ciertos recuerdos de la infancia del torero olvidados hasta de él mismo.

Palabra del Dia

rigoleto

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