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Actualizado: 24 de julio de 2025


Hizo un esfuerzo supremo para alzarse del asiento y lanzarse sobre el ladrón de su honra, consiguiolo a medias, y cayó al fin de nuevo, privado de sentido, torciendo la boca. Los tertulios se habían levantado todos y acudieron al gabinete. Las señoras gritaban aterradas. Los hombres preguntaban a los de dentro lo que ocurría.

Yo también te tengo hijo, pues, con general Andéchaga, valiente. ¡Dios proteja todos! Indicoles en seguida de nuevo la dirección que habían de tomar, y ellos, según el consejo recibido, anduvieron un buen trecho por la carretera, y luego, al llegar a una bifurcación, torciendo hacia la izquierda, se internaron por un camino vecinal. Por aquí debe de ser, Pateta decía el más joven.

Tratar de evitarlos ó de remediarlos entonces, no es humildad, sino soberbia, orgullo satánico; es luchar contra Dios; es tomar el papel de la Providencia; es dar palo de ciego; es querer enderezar el tuerto que mismo hiciste, torciendo y ladeando lo que está recto, y tirando á trastornar el orden natural de las cosas.

Llévatelo. Tengo yo vino algo mejor. Y torciendo la cabeza hacia mi lado: ¿Qué mira usted, el marco? Es un relicario del siglo XV, una joya. No; miraba el retrato. Es una hermana mía que desapareció. ¿Que desapareció? Que se perdió en la sombra. ¡Ah! Se murió... indiqué de manera dubitativa, empujándole a que se clarease. Hace algunos años. Y después de una pausa: Tomará usted una copita de coñac.

Sigue luego corriendo hácia el norte hasta los 11 grados, en donde cambia de rumbo, torciendo al nordeste para ir á incorporarse con el Mamoré á los 10 grados de latitud.

Al ser mencionado el puma, algunos volvían á sonreir torciendo sus ojos hacia Friterini. Un amanecer, al salir el camarero al corral del boliche, había visto saltar del fondo de un tonel vacío á una especie de tigre con la piel á redondeles y del tamaño de un perro.

La disciplina les hacía acatar las órdenes de Ferragut, pero se adivinaba que para ellos su mando no pasaba de ser una simple delegación, y que el verdadero jefe de á bordo era el conde. La goleta pasó á la vista del archipiélago de Lípari; luego, torciendo el rumbo hacia el Oeste, siguió las costas de Sicilia desde el cabo Gallo al cabo de San Vito.

Subieron por la Cuesta de San Vicente, y poco antes de llegar a la puerta, Tirso, mirando frente a ella un edificio pequeño en cuyos muros exteriores había escritos dos versículos de la Biblia, preguntó, torciendo el gesto: ¿Es una capilla protestante?

Pero , Petra añadió ¿por qué no le has dicho la verdad al señor? Señora, yo... no sabía si debía.... ¿Si debías qué? preguntó don Víctor con expresión de no comprender. Si debía... Al amo no hay que ocultarle nunca nada dijo la Regenta clavando los ojos altaneros en la criada. Petra sonrió torciendo la boca, y bajó la cabeza. Don Víctor miraba a todos con entrecejo de estupidez pasajera.

Saltaba la bestia con la agilidad del terror, las cuatro patas en el aire al mismo tiempo, torciendo en vano la cornuda cabeza para arrancarse con la boca aquellos demonios agarrados a su pescuezo. La gente reía y aplaudía, encontrando graciosos estos saltos y contorsiones. Parecía que ejecutaba una danza de animal amaestrado con la torpe pesadez de su volumen.

Palabra del Dia

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