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Actualizado: 22 de mayo de 2025
¿A qué? dijo el caballero fingiendo sorpresa. No lo sé replicó la joven pugnando por no llorar. Guardaron silencio unos instantes. Uceda la dijo al fin con sonrisa benévola tomándole una mano: Escucha, Soledad. ¿Ves ese hermoso sol que va á desaparecer? Tú sabes que mañana volverá á lucir en el cielo tan hermoso como hoy. Así sabía yo que tu amor volvería.
Y luego que se acercó tomándole una mano entre las dos suyas amarillas, descarnadas, exclamó mirándola con fijeza terrible a los ojos: ¡Me muero, hija, me muero! ¿No es verdad que lo sientes?... ¿por lo menos que no te alegras? ¡Oh, mamá! Dí que no te alegras insistió con ansiedad sin apartar su mirada de los ojos de la joven. ¡Mamá, por Dios! exclamó ésta aturdida y aterrada a la vez.
De repente determinose una brusca sacudida en su espíritu, y tomándole la mano a su querida amiga y apretándosela mucho, le dijo con expresión de terror: «¿Qué te parece a ti, me salvaré yo?». ¿Pues qué duda tiene? replicó la otra tranquilizándola Dicen que aunque los pecados de una sean tantos como las arenas de la mar... figúrate tú la cantidad de arenas que habrá en todita la mar...
24 Y luego el padre del muchacho dijo clamando con lágrimas: Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad. 25 Cuando Jesús vio que la multitud concurría, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. 27 Pero Jesús tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.
Y éste galantemente lo presentaba ya para que se apoyase en él la señora, cuando interrumpiéndose ésta con aire consternado se volvía hacia la recién llegada y tomándole una de las manos murmuraba: ¡Qué distraída soy!... Es necesario que antes le presente a mi querida amiga... Camila Liénard, propietaria de la Rosalinda, en Val-Clavin... El señor Delaberge, inspector general de montes.
Subió nuevamente la orilla, y guiado por algunas luces que se movían en torno de un punto fijo de la montaña, encontrose pronto rodeado de una multitud de hombres sombríos y presa de profundo terror. De en medio de la multitud salió la niña, y tomándole de la mano, le condujo silenciosamente delante de lo que parecía ser un profundo boquete en la montaña.
Reynoso mandó encender las chimeneas del dormitorio y del saloncito contiguo que ya estaban apagadas; luego despidió a los criados y se encerró con su esposa. ¿Pero qué es eso? ¿qué es eso? dijo paternalmente tomándole una mano y arrastrándola suavemente hacia un diván. Elena le echó los brazos al cuello y rompió a llorar.
Sonrió con dulzura y tomándole la barba entre los dedos, le dijo: ¿Estás contenta con el vestido? Si, mamá. Te hace un cuerpo muy bonito. En cuanto le toquen un poco en el pecho, quedará que ni pintado. La niña calló. Alzando los ojos al cabo de un instante le dijo, esforzándose en dar a su voz una inflexión segura: Dime, mamá, ¿qué opinas de la retirada de Gonzalo?
Después cogiendo una silla vino a sentarse a su lado, y tomándole una mano le dijo con voz que temblaba ligeramente: No eres tú sola desgraciada, Elena. Yo también lo soy. ¿Tú? exclamó aquélla alzando la cabeza y mirándola con estupor. Sí, hace dos días que me encuentro en esta casa porque me he visto obligada a huir de mi marido.
19 Y el tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? 20 Y él dijo: Los judíos han concertado rogarte que mañana saques a Pablo al concilio, como que han de inquirir de él alguna cosa más cierta.
Palabra del Dia
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