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Actualizado: 15 de junio de 2025


Todo lo sabemos; peso se equivoca usted si piensa que aquí vamos á tolerar sus trapicheos. El corazón de Clara se llenó de amargura al oír aquellas palabras; no se pudo contener, y rompió á llorar. Las tres manifestaban horrible crueldad en martirizarla.

Su esposa no podía tolerar el desenfado de las sobrinas, y Pablo, el hijo mayor, el favorito de la madre, apoyaba sus protestas contra aquellas parientas que venían a turbar la tranquilidad de la casa, como si con ellas trajesen un olor, un eco, de las costumbres del marqués. ¿De qué te lamentas? decía don Pablo aburrido. ¿No son tus sobrinas? ¿No son sangre tuya?...

Primeramente me ofreciste remediar mi pobreza; ahora quieres devolverme á mi hijo... Se dejó arrastrar por una afectividad impulsiva. Lubimoff vió cómo se inclinaba su cabeza, y sintió inmediatamente el contacto de su boca en una mano. Dos besos ruidosos y una voz que gemía: «¡Gracias... graciasEl príncipe se puso de pie. Le era imposible tolerar este gesto humilde.

Esto lo decía con tanta naturalidad, que Guillermina, por un instante, no supo si indignarse o tomarlo a risa. «Vaya, que las ideas de usted me gustan... Se me figura que marido y mujer allá se van... en sabiduría. Si usted no se desdice al momento en todos esos disparates me voy y no vuelve a verme en su vida más. No se puede tolerar esto...».

No era imposible que hubiera mediado una explicación entre las dos mujeres, provocada sin duda por la nihilista, cuya presencia en la villa Cyclamens no se explicaba muy bien: aunque incapaz de desear el mal de nadie, la italiana había probablemente herido a la joven sublevándose ante sus amenazas, no pudiendo tolerar que, después de haber apartado de ella al Príncipe, fuera a llevárselo de su propia casa: el resultado de esa explicación podía haber sido cruento.

No puedo tolerar que una hija mía vaya como esas cómicas que aparecen en las vistas del biógrafo. Celinda recibió la reprimenda bajando los ojos con graciosa hipocresía. Prometió obedecer á su padre, conteniendo al mismo tiempo su deseo de reir.

Si yo fuera solo en el mundo, me haría soldado; pero tengo á mi hermana; no puedo tolerar la idea de ver á la pobre niña sometida al trabajo y reducida á las privaciones.

Su voz lloraba al hacer estas evocaciones. Pero ¿y tu marido? preguntó Miguel. Entonces nos separamos. El podía tolerar en silencio mis amores, podía fingir no verlos... ¡pero un hijo que no era suyo!... Recordó la actitud digna, á su modo, del duque de Delille. Su familia abundaba en maridos engañados: casi era esto una tradición de nobleza, una distinción histórica.

Soledad, excitada por la comunicación de aquel veneno deleitoso, se enseñó a contestarle en papeles imprudentes a los cuales fiaba anhelos antes ignorados, leyendo mil veces embelesada lo que de palabra era incapaz de tolerar, y dejando otras tantas correr la pluma para hacerle confesiones y promesas que, teniéndole junto a , hubiera la vergüenza sofocado en sus labios.

Rabiosamente idealista, como pretendían demostrar sus rizos y su nariz, no podía tolerar que en una ficción novelesca entrasen damas que no fueran la misma hermosura, galanes que no fueran la caballerosidad en persona. Por eso, saliendo á defender los fueros del idealismo, tomó la palabra, y con áspera y chillona voz, me dijo: «¿Pero está usted loco? ¿Qué arte, qué ideal, qué estilo es ése?

Palabra del Dia

rigoleto

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