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Actualizado: 15 de junio de 2025


La afrenta que te han hecho era difícil, era casi imposible de tolerar. Está visto, Dios no te quiere para la vida contemplativa. Imposible es además que permanezcas ya ni una hora en esta santa casa, donde has promovido un escándalo feroz, aunque disculpable. Por otra parte, el mozo con quien luchabas es poderosísimo por su nacimiento y riqueza y no puedes seguir viviendo donde él está.

No acostumbro tolerar que nadie se burle de , milord dije, creyendo efectivamente que era objeto de burlas. Caballero repuso fríamente el inglés , no tardaré en probar a usted que una extraordinaria conformidad entre su carácter y el mío ha engendrado en vivísimo deseo de entablar con usted sincera amistad. Óigame usted un momento.

Entrado, pues, ya el año de 1691 pasó el Padre Provincial de esta provincia, Gregorio de Orozco, á visitar el Colegio de Tarija para entrar por allí á las tierras de los Chiriguanás y probar á lo menos por algún poco de tiempo las incomodidades que sus súbditos habían de tolerar después años enteros y hallarse en alguno de tantos peligros en que después ellos habían de vivir continuamente.

Aparte de Juan, no toleraba en su cuarto más que a su mujer y a su hija, y no quería ser cuidado y servido sino por ellas. Como enfermero, Jaime no servía; su padre no podía tolerar la torpeza de sus movimientos. El joven era naturalmente brusco, y a pesar de su buen deseo, se adaptaba poco a las circunstancias: los muebles, las porcelanas, los vasos temblaban a su aproximación.

Por fin hubo de salir por este registro: «Eso de que me ocupe o no me ocupe, no eres quien lo ha de decidir. ¿Pues qué? ¿Han tocado ya a emanciparse? Estás fresca. ¿Crees que se te va a tolerar ese cantonalismo en que vives? ¡Me gustan los humos de la loca esta!... Ya te arreglaré, ya te arreglaré yo».

Pedro, sin dejar lo principal, que era la comida de sus amos, colaboraba sabiamente. Había empezado por tolerar nada más aquella irrupción de la merienda. La cocina daba espacio para todo; aquello no valía nada, y otorgó el cocinero su indispensable permiso con un desdén mal disimulado.

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