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Actualizado: 1 de mayo de 2025


A ustedes les tocará lo más penoso, disponerla, y hacer los buñuelos. ¡Sin buñuelos no hay Noche Buena! ¡Allá usted, Angelina, usted que se pinta para todo eso! Pondremos la mesa en la sala, y usted, doña Carmelita, cenará con nosotros. No habrá nacimiento.... ¿Quién nos mete en dificultades? Yo bien quisiera, para que el amito se acordara de cuando era «coconete». ¿Te acuerdas?

Diciendo esto, trajo un pañuelo, y desdoblando una de las puntas despaciosamente, y como si se tratara de la más venerable y santa reliquia, sacó una moneda de plata que puso ante la vista de Santorcaz, sin permitirle que la tocara.

17 He aquí, que bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto no menosprecies la corrección del Todopoderoso. 19 En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal. 20 En el hambre te redimirá de la muerte, y en la guerra de las manos del cuchillo. 21 Del azote de la lengua serás encubierto; ni temerás de la destrucción cuando viniere.

«Ajajá... Ahora verás dijo sonriendo cariñosamente, como el que se dispone a dar a la persona amada la sorpresa de un regalito . Esto, ya lo ves: es un puñal». Fortunata se estremeció como si la hoja fría le tocara las carnes, y se puso a dar diente con diente. «Lo compré hoy en la tienda de espadas de la calle de Cañizares. Aquí dice: Toledo, 1873. Es bonito, ¿verdad?

La Inquisición no te tocará, no te acusará á ti. ¿No es verdad, padre, que la Inquisición no se atreverá á ella? Las últimas palabras del tío Manolillo eran un rugido amenazador. ¡Dejadme! exclamó el padre Aliaga ¡dejadme, y que Dios tenga piedad de los tres! Y salió desalentado.

Juan Claudio se estremeció; pero casi al mismo tiempo, sobre la pared que formaba la roca, vio destacarse la cabeza de Divès, que avanzaba gritándole: Hullin, pon la mano a la izquierda, donde hay un agujero; extiende el pie sin miedo y tocará en un escalón, y después da media vuelta.

Todo les parecía poco para borrar los estragos de los recientes barullos y desconciertos y «vestir» la casa al tenor de lo que pedía el extraordinario suceso que se aguardaba; todo lo desordenado en ella volvió a ordenarse, y todo quedó como nuevo, particularmente el cuarto de mi tío... Recuerdo mucho que al andar en la faena de «desfigurarle» con el trastorno de su mueblaje, me dijo Lituca, sin volver la cara hacia ni hacia su madre que la ayudaba, ni suspender un instante su trabajo: Pues, con la venia de usté, don Marcelo, dígole que si esto fuera cosa mía, no lo tocara yo más que para asealu.

Mi madre seguirá en sus trece y tocará el cielo con las manos; pero es mi madre, y todo su corazón le parece poco para quererme; es buena y compasiva en el fondo; jamás ha puesto a prueba el arraigo de esas repugnancias que son su manía; le pondrá ahora, porque se trata, de , y verá claro y se convencerá..., ¿pues no ha de convencerse!... Y no habrá conflicto, porque no puede haberle; y las cosas irán como y por donde iban ayer, que es como y por donde deben ir.

El señor Molina era la única de aquellas personas cuya conversación no le causaba fastidio, por más que siempre tocara los mismos asuntos, con su invariable tono tranquilo, pausado, de viejo patricio, el pulgar de una mano metido en la abertura del chaleco y la otra apoyada de través en la rodilla. Nunca dejaba de hacerla reír cuando repetía anécdotas de personajes históricos.

Cuanta baratija inútil caía en sus manos, cuanto objeto rodaba sin dueño por la casa, iba a parar a unas cajitas que ella tenía en un rincón a los pies de su cama. ¡Y cuidado que tocara nadie aquel depósito sagrado!... Si Alfonsín se atrevía a poner sus profanas manos en él, ya tenía la niña motivo para estar gimoteando y suspirando una semana entera... Estos hábitos de urraca parecía que se exacerbaban cuando estaba más delicada de salud.

Palabra del Dia

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