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Actualizado: 17 de julio de 2025
De súbito, pues, y cuando todos los concurrentes menos lo preveían, lanzó el gaucho varios feroces reniegos, se levantó de la mesa, agarró del brazo a Catalina e intentó llevársela consigo a tirones y poco menos que arrastrando. Llena de susto y lastimada por la violencia, la muchacha dio chillidos.
Los tirones de oreja y los palos con la vara de medir lo habían puesto erguido, borrando en su cuerpo la tendencia a cargarse de espaldas y a ser patiabierto, propio de todos los de su tierra; sus pelos, a fuerza de peine y cosmético, habían llegado a domarse; los desabridos y no muy abundantes guisos del ama de llaves daban cierta figura a su corpachón huesoso.
Añadió D. Diego que el chico, aunque pequeño todavía, sabría defenderse y hasta ofender, si le atacaban, y que además él volaría en su auxilio, en caso necesario, y arrancaría las orejas á tirones á todos los Toribios que ha habido y hay en el mundo. De este método de intimidación se ocasionó un mal gravísimo.
Había vuelto en unos segundos los años de su adolescencia, cuando se aporreaba con los compañeros de pobreza en alguna trattoria del puerto de Génova. A fuerza de tirones y algún que otro puñetazo, varios hombres de buena voluntad consiguieron separar á sus dos jefes.
Su ciencia era mucha, su fortuna escasa, su corazón bueno, su alma una retórica viviente, su persona... su persona merece párrafo aparte. Frisaba en los cuarenta y cinco años; y esto que sé por casualidad, se confía aquí como sagrado secreto, porque él ni á tirones pasaba de los treinta y nueve. Era colorado y barbipuntiagudo, con lentes que parecían haber echado raíces en lo alto de su nariz.
Está con otras tres de Bukingam y cuatro de milord conde de Seymur y otras varias, que prueban cumplidamente que tú, más que secretario del rey de España, eres secretario del de Inglaterra; estas cartas están tan bien guardadas que no las encontrarás á tres tirones.
-Y ¿qué oficio es el que has dejado, Sancho? -preguntó Ricote. -He dejado de ser gobernador de una ínsula -respondió Sancho-, y tal, que a buena fee que no hallen otra como ella a tres tirones. ¿Y dónde está esa ínsula? -preguntó Ricote. ¿Adónde? -respondió Sancho-. Dos leguas de aquí, y se llama la ínsula Barataria.
Al pie de la pieza más próxima se erguía, con el tirador en las manos, un artillero de cara impasible. Debía estar sordo. Su embrutecimiento facial delataba cierta autoridad. Para él, la vida no era mas que una serie de tirones y de truenos. Conocía su importancia. Era el servidor de la tormenta, el guardián del rayo. ¡Fuego! gritó el sargento. Y el trueno estalló á su voz.
Y cuando la veía colocada en estas condiciones, surgían otros inconvenientes. ¿Es que iba a dormir ella junto a la pared?... No; ella sería la primera en levantarse; había de madrugar para el buen arreglo de la casa, y no quería que Isidro viese turbado su sueño. Nuevos cambios de sitio, otros tirones y esfuerzos, sin que el maldito, lecho llegase a colocarse a su gusto en la estrecha habitación.
Pues bien; sí, es verdad dijo Cristóbal Cuero , pero Satanás os tiene tan bien agarrado, que no os soltará á tres tirones. En vos consiste recoger vuestro caudal, tener á vuestra mujer y á vuestra hija, ó que nos ahorquen á todos. Escoged. ¿Pero cómo puedo yo hacer...? dijo Montiño en el colmo de la desesperación. Decid que no tenéis queja alguna de vuestra esposa, de vuestra hija ni de nosotros.
Palabra del Dia
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