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Actualizado: 7 de junio de 2025


La señorita le tiraba bondadosamente de las orejas. Como vuelvas a traer aquí tales ascos..., verás, verás. Te he de colgar de la chimenea como a los chorizos, para que te ahúmes. Julián transigía con estas intimidades, mientras no sorprendió el secreto de otras harto menos inocentes.

A cada paso tiraba de las riendas nerviosamente, con gran escándalo de la buena yegua, acostumbrada a más consideraciones. Trae muchacho decía entonces el notario, los militares tenéis la mano dura. ¡Dura! nunca lo sería bastante para castigar al que se había atrevido a tocar a la tía Liette.

Hubo un momento en que pensé que le tiraba. Castro sonrió lleno de condescendencia. La niña se apresuró a decir: Ya que es usted un gran jinete; pero de todos modos, siempre puede suceder una desgracia. ¿Qué hubiera usted hecho si me hubiese tirado? preguntó él mirándola a los ojos fijamente. ¡Qué yo! exclamó la niña alzando los hombros y ruborizándose.

La directora de la Universidad empezó á inspirarle cierta antipatía por haberle prohibido que tirase al revólver en un rincón del parque, lo mismo que tiraba de pequeña en algunos de los campamentos de Craven, ante los viejos mineros. La gloria estaba para ella en los ejercicios físicos, dejando á sus compañeras los laureles de las ciencias y de las letras.

La niña se había abrazado con fuerza incomprensible al cadáver de su madre y lo cubría de vivos y sonoros besos. Don Mariano, exaltado de un modo terrible, casi loco, tiraba de ella brutalmente, como si de arrancarla de aquel sitio dependiese la salvación de todos. María, de rodillas en un rincón del cuarto, elevaba los ojos y las manos al cielo, pidiendo la gloria eterna para la difunta.

Fernan Jiménez levantó un trabuco, y con él batió algunos dias lo que parecia mas flaco, pero tiraba piedras de tan poco peso, que no hacia daño en sus murallas fuertes, y muy levantadas. Arrimabanse escalas algunas veces, y todo fué sin fruto.

Olmedo no podía aguantar más la horrible desazón, el asco y el vértigo que sentía; pero continuaba con el cigarro en la boca haciendo que tiraba de él, pero sin chupar cosa mayor. Feliciana, por su parte, había empezado a campar por sus respetos. Lo dicho, la honradez y el amor eran cosas muy buenas; pero no daban de comer. El calavera de oficio no se permitió aquella noche ninguna barrabasada.

No sabía qué decirle, pero necesitaba verlo para no estar solo. Se presentó una de las criadas viejas, anunciando que el coronel se había ido á Monte-Carlo. ¡Este también! dijo el príncipe. Tomó su sombrero y su gabán para escapar al tedio de una tarde de domingo pasada á solas. Además, una fuerza indefinible tiraba de él igualmente hacia la inmediata ciudad.

Madrid puede decir lo que tenga por conveniente; pero yo no estoy en el caso de hacer el buzo, para dar un buen rato á las tertulias de Madrid.... Nada, nada, repetia, y apretándome más fuertemente, previno al hombre que subiera la máquina. Al notar mi mujer que el hombre tiraba de la cuerda, me cogió del brazo con resolucion, diciendo al ingeniero.

Digo muy largas, porque le sobresalian á uno y otro lado, de tal modo, que alcancé á vérselas, aunque me cogia de espaldas, como he dicho. Me quedé parado, observándole, calculé, y por instinto resolví que debía ser M. Guizot. Me llego al menestral, contra el deseo de mi mujer que me tiraba fuertemente del brazo, y le suplico que tenga la bondad de decirme quién era el sujeto en cuestion.

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