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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Y entonces fue la fiesta de los funerales, que duró doce días: primero una carrera con los carros de pelear, que ganó Diomedes; luego una pelea a puñetazos entre dos, hasta que quedó uno como muerto; después una lucha a cuerpo desnudo, de Ulises con Ajax; y la corrida de a pie, que ganó Ulises; y un combate con escudo y lanza; y otro de flechas, para ver quién era el mejor flechero; y otro de lanceadores, para ver quién tiraba más lejos la lanza.

Y ella mostrábase contenta por este doble deseo que tiraba de sus brazos y la envolvía en un ambiente de sorda pelea; se dejaba llevar casi a rastras, encorvada su esbelta figura, riendo sin saber de qué, con la boca seca, abarcando a los dos varones en la mirada de sus ojos húmedos y ávidos, que parecían englobarlos en una predilección idéntica, sin poder distinguir el uno del otro.

Aquella Monina, bellísima criatura de cuatro años, ídolo de su corazón por un fenómeno semejante al que hace a los grandes perrazos encariñarse con los niños, que le tiraba de las patillas y le hacía andar a cuatro pies, guiándole ella por una oreja, había rechazado un día un beso de sus aguardentosos labios, diciéndole con infantil repugnancia: ¡No..., que apesta!...

Saqué un duro del bolsillo y, tirándolo sobre la mesa, dije: «Ese duro al cinco, señor LlagosteraLevantó la cabeza, y al verme se inmutó ligeramente; pero, reponiéndose en seguida, me saludó con la mayor desvergüenza: «Buenas noches, compañeroCuando le conté la aventura a Villa, se tiraba en la cama de risa.

Nadie la conocía en el país: habíase establecido aquel verano en un caserío muy bien acondicionado, cerca de los baños de San Juan, y veíasela a menudo desde el camino pasear por la huerta acompañando a un caballero muy gordo, al parecer idiota, que lanzaba gritos extraños y tristes risotadas, y no se movía de un carrito de que tiraba a veces un borriquillo pequeño, otras un criado, algunas, con bastante frecuencia, la misma señora.

Nego consecuentiam, ¡Padre! contestó resueltamente. ¡Hola, pues probo consecuentiam! Per te, la superficie pulimentada constituye la esencia del espejo... ¡Nego suppositum! interrumpió Juanito al sentir que Plácido le tiraba de la americana. ¿Cómo? Per te... ¡Nego! Ergo ¿tu opinas que lo que está detrás influye sobre lo que está delante?

El cura dijo una misa por el alma de María. Ramón Pérez ató un lazo negro a su guitarra. Rosa Mística dijo a don Modesto: ¡Dios la haya perdonado! Bien dije yo que acabaría mal. Usted recordará que por más que procuraba yo guiarla a la derecha, ella siempre tiraba a la izquierda.

Tiraba el dinero por las ventanas como un verdadero gran señor, y el millón del buen Neris se deshizo pronto entre sus manos. La muerte del comerciante le volvió a poner a flote por algún tiempo, pero iba seguramente a ahogarse, cuando un accidente de caza le envió al otro mundo y salvó el patrimonio de sus hijos.

Yo estaba absorto en la contemplación de tanta maravilla, cuando sentí un fuerte golpe en la nuca. Creí que el palo mayor se me había caído encima. Volví la vista atontado y lancé una exclamación de horror al ver a un hombre que me tiraba de las orejas como si quisiera levantarme en el aire. Era mi tío.

Cuando andaba tenía un aire marcial, al par que gracioso; corría como un gamo; tiraba pedradas con tanto tino que mataba los gorriones, y de un brinco se plantaba sobre el lomo del mulo más resabiado o del potro más cerril.

Palabra del Dia

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