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Actualizado: 23 de junio de 2025
Paece que tengo toa la mar metida en ellos; y á más á más, se me ha saltao el botón de la cintura. ¡Arríelos, puño! ¡Tiña, que no puedo! ¿Por qué? Porque esta mañana se me rompió la cinta del escapulario, y le guardé en la faldriquera. ¿Y qué? Que si arrío los calzones, se va á pique con ellos la Virgen del Carmen . ¿Y qué que se vaya, hombre, si no es más que la estampa de ella?
Algunos invitados la oían con tina atención dolorosa ó una inmovilidad estúpida, pensando indudablemente en cosas remotas. Otros parpadeaban, haciendo esfuerzos para repeler el sueño que corría hacia ellos montado en el sonsonete de las rimas.
El diablo me lleve si no era tan pobre como yo hace poco tiempo. ¿De ónde ha salío tanto lastre? ¡Tiña! ... no quiero hablar; pero si no corriera él con los agorros del Cabildo, como corre hace dos años, no había de tener el pellejo tan reluciente. Esos son malos quereres, tío Tremontorio.
¡Que no hay otro remedio! exclamaba Tremontorio, haciendo crujir los puños. ¡Eso lo veremos, tiña! ¿Quién lo ha mandao? El gubierno de arriba. ¿Quiénes son esos gubiernos pa meterse en la hacienda de los mareantes? ¿Qué saben ellos de cosas de la mar? El que manda, manda, tío Tremontorio. ¡No en mi casa, tiña! Pues la ley es ley ahora y siempre.
Todas las riquezas de Villeblanche se concentraban en una adquisición, que era la más admirada por Desnoyers, viendo en ella la gloria de su enorme fortuna, el mayor alarde de lujo que podía permitirse un millonario. «La bañadera de oro pensó . Tengo allá mi tina de oro.»
¡Después que se le había podrió la maera, tiña! ¡Me valga Dios, qué pícara!... ¿Qué va á ser de estas criaturas el día que la suerte me saque de casa!...; porque el demonio no tiene por ónde desechar á esta mujer. La semana pasá la entregué veinticuatro riales pa que vistiera á los hijos...; ¿usté los ha visto?: pos tampoco yo. La borrachona los consumió en aguardiente.
Conque es decir que por un lao se me dan treinta riales de menos, y por otro me rebajas tú en la cuenta otros tantos.... ¡Tina!, pues ahora salgo peor; treinta de acá ... y treinta de allá.... Esto no lo dejo yo así, y ahora mesmo voy al Muelle, ¡retiña! ¡Anda, burro, más que burro!... ¡Este hombre no tiene timón en la cabeza! ¡Mal vendaval te sople, animal!...
¡Á pedricar al limbo, tiña, que está lleno de inocentes! decía á los catequistas que se atrevían á hablarle ... desde lejos. ¡Pero á mí!... Yo ya sé que si quiero comer tengo que jalar del remo y jugarme la vida en la mar seis veces á la semana.... ¡Allí sus quisiera yo ver, tiña!
En éstas y otras, presentósele un día el Tuerto con las manos en los bolsillos y la cara hecha un vinagre. ¿De onde vienes, tiña? le preguntó el viejo mareante, abrazando con cariño, pero muy admirado, al aparecido. Del departamento respondió el Tuerto. ¡Del departamento! ¿Pues no mandaste carta de allá, hace ocho días, para mí á Patuca, que sabe leer y escrebir? Cierto.
31 Mas cuando el sacerdote hubiere mirado la llaga de la tiña, y no pareciere estar más profunda que la tez, ni fuere en ella pelo negro, el sacerdote encerrará al llagado de la tiña por siete días; 32 y al séptimo día el sacerdote mirará la llaga; y si la tiña no pareciere haberse extendido, ni hubiere en ella pelo rubio, ni pareciere la tiña más profunda que la tez,
Palabra del Dia
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