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Actualizado: 21 de junio de 2025


Al fin la dama se detuvo en una cámara más pequeña. Sobre una mesa había un candelero de plata con una bujía, única luz que iluminaba la cámara, y junto á la mesa un sillón de terciopelo. Sin duda que comprendéis por qué os he llamado dijo con severidad la dama.

Si no me sirve... También le traeré el fichú con cinta de terciopelo verde y un casquete de fieltro para que usted se lo arregle fácilmente. Para baños, delicioso. Le mandaré igualmente flores, plumas, aigrettes... Tengo seis cajones llenos de estas cosas... Hoy me llevó la modista la bata grosella... ¿Sabe usted que no me va muy bien?

Los comisionados hicieron desde luego presente á los diputados, que esto no era asequible, ni era decente que se hiciera la fiesta fuera del altar mayor; con cuyo motivo desengañados de la imposibilidad de que se admitiese esta propuesta, habian convenido en que la fiesta se celebrase en el altar mayor, si el cabildo les permitia sentarse en bancos teniendo almohadas de terciopelo carmesí, pero el cabildo se negó tambien á esta propuesta, fundado en que la Iglesia de la Seo era Capilla Real, y nadie sino los reyes podian usar en ella de almohadas de seda de aquel color.

El amor propio y el orgullo inflaban a doña Lupe cuando se consideraba mangoneando en cosas de beneficencia elegante a las órdenes de la ilustre fundadora. Una contra tendría esto si llegaba a realizarse, y era que no había más remedio que dar algo de guano. A la mañana siguiente, vistiéndose para salir, pensó mi doña Lupe si debería ponerse el abrigo de terciopelo.

El atavío de ésta realzaba, como había presumido bien, su espléndida belleza. Su gallarda figura parecía aún más fina y más esbelta con aquel traje ajustadísimo. Su linda cabeza rubia resaltaba sobre el terciopelo negro como una rosa blanca. El rey Felipe III hubiera trocado de buena gana su Margarita auténtica por ésta contrahecha.

Un haz de cañas se elevaba esbelto, y a su lado, las agudas poas sacudían su escobillón de terciopelo castaño. Regalada frescura subía del agua. Era la nota característica del paisaje, dulce melancolía, blando adormecimiento, el reposo de la madre Naturaleza cuando, fatigada de la continua gestación del estío, se prepara al sopor invernal.

¿Y qué me importa ese hombre? ayer acaso... hoy... hoy quien me importa sois vos... no por qué... pero me habéis empeñado... y nos veremos, caballero, nos veremos. Y tras estas palabras se dirigió á la puerta de sala. ¡Casilda! gritó ¡Casilda! mi manto de terciopelo; que ponga Pedro la litera al momento.

Al fin, el público se cansó de atormentarla con sus miradas, sonrisas y murmullos, y fijó de nuevo su atención en la escena. La congoja de doña Paula fué cesando poco a poco; pero quedaron restos de ella por toda la noche. La causa de aquel incidente era el abrigo de terciopelo guarnecido de pieles que la buena señora se había puesto.

Si pasa un niño en un velocípedo, con su vestido de terciopelo y su cachucha, y tan de prisa que todo el mundo se para a verlo, el padre no piensa en comprarse un velocípedo él, sino en que su hijito estará lindo de veras cuando vaya como el niño de terciopelo y la cachucha, en sus dos ruedas que dan como una luz cuando andan, y van casi tan de prisa como la luz, que es lo que anda más pronto en el mundo.

Inmediatamente recibió en sus patas de terciopelo una piedrecilla lanzada por Momo, con la singular destreza que saben emplear los de su edad en el manejo de esa clase de armas arrojadizas. El gato se retiró con prontitud; pero no tardó en volver a ponerse en observación, haciéndose el dormido. Don Modesto cayó en la cuenta y perdió su tranquilidad de ánimo.

Palabra del Dia

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