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Antes que ella quisiera, Ana sintió sus dedos entre los del enemigo tentador... debajo de la piel fina del guante la sensación fue más suave, más corrosiva. Ana la sintió llegar como una corriente fría y vibrante a sus entrañas, más abajo del pecho. Le zumbaron los oídos, el baile se transformó de repente para ella en una fiesta nueva, desconocida, de irresistible belleza, de diabólica seducción.

Nada más fácil ni más tentador que llevar hasta allí a Germana, como el águila se lleva a un cordero blanco por el aire, y tenderla bajo tres pies de agua, ahogar sus gritos bajo las olas y comprimir sus esfuerzos hasta el momento en que una convulsión postrera hiciera una nueva condesa de Villanera.

En las manos sentía el calor de los brazos desnudos que acababa de tocar, ante los ojos creía tener aún el escote tentador, y el olorcillo a hembra le andaba escarabajeando en el olfato, como el dejo de una sensación gratísima.

¡Ah! ¡tentador! Me parece que vienes demasiado tarde, respondió el ministro fijando las miradas en los ojos del médico, con temor, pero con firmeza. Tu poder no es el que antes era. Con la ayuda de Dios me libraré ahora de tus garras. Y extendió de nuevo la mano á la mujer de la letra escarlata.

Sin embargo, una muchacha de mi edad que empieza a comprender la vida, y ve de qué regateos son objeto las jóvenes casaderas, no puede tener prisa por dejarse pesar como un saco de dinero. Un marido que se compra no es más tentador que un muñeco de la feria. Y, todavía, se tiene el muñeco por unos cuantos centavos, mientras que el hombre... , ya , ya replicó la abuela distraída.

Así me gusta, dijo triunfante el tentador. Y sacando de un cajon un revólver, se lo entregó diciendo: A las diez espéreme frente á la iglesia de S. Sebastian para recibir mis últimas instrucciones. ¡Ah! A las nueve debe usted encontrarse lejos, ¡muy lejos de la calle Anloague! Basilio examinó el arma, la cargó y guardó en el bolsillo interior de su americana. Se despidió con un seco: ¡Hasta luego!

Tan pronto, describiendo un círculo, hería con el pie la tierra, como, sin moverse de un sitio, zapateaba de plano, mientras sus brazos, armados de castañuelas, se agitaban en el aire, bajaban y subían a modo de alas de ave cautiva que prueba a levantar el vuelo. El tentador

Poema tranquilo y dulce la una; poema sombrío y desgarrador la otra; dos grandes mujeres, consideradas en cuanto al corazón, pero puestas en condiciones enteramente distintas: la una, altiva con su dignidad de mujer y de nobleza de raza; la otra, humilde, paciente, devorando en silencio las contrariedades de su nacimiento y de su vida; las dos hermosas, espirituales, codiciadas, celebradas; las dos hablando con lenguaje tentador, elocuente, al joven.

Eran su orgullo. Después de las mujeres venales, el Marquesito adoraba los animales mansos, sobre todo perros y caballos. Lo de convidar al Magistral había sido un complot entre Quintanar, Paco y Visitación. La idea se debía a la del Banco. Era una broma que quería darle a Mesía; quería ver al confesor y al diablo, al tentador, uno en frente de otro.

Una de sus primeras visitas fue para el templo donde brillaba la señorita Victorina Tompain. ¡Allí que se le tributó un recibimiento entusiasta! ¡Con qué amistosa curiosidad corrió todo el mundo a su encuentro! ¡Qué dulcísimos dictados! ¡qué apretones de manos tan cordiales! ¡Cuántos labios hechiceros se alargaron hacia él, en forma de tentador hocico, para recibir un beso amistoso, sin la menor consecuencia!