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Actualizado: 25 de julio de 2025
Entonces leía párrafos del libro de oro, que se le entraban en el alma a manera de hierro enrojecido en la carne: «¿Por qué temes, pues, tomar la cruz, por la cual se va al reino?
25 y te entregaré en mano de los que buscan tu alma, y en mano de aquellos cuya vista temes; sí, en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, y en mano de los caldeos. 26 Y te haré transportar, a ti, y a tu madre que te engendró, a tierra ajena en que no nacisteis; y allá moriréis. 27 Y a la tierra a la cual levantan ellos su alma para tornar, allá no volverán.
Yo no sé si tú has tenido parte en esa infame tentativa de asesinato, ó si ha sido únicamente cosa de don Rodrigo Calderón. ¡Yo! ¿me creéis capaz de esa infamia? Te creo, por tu vanidad y por tu ambición, capaz de todo. ¡Oh! ¡oh! esto es demasiado, demasiado faltarme al respeto. La reina te estorba tanto como á don Rodrigo; la reina conspira contra ti, y la temes.
¿Para qué ni por qué? Antes, me alegro de ello, porque me exime de toda responsabilidad en lo que ha de suceder mañana. ¿Qué temes que suceda mañana? No temo, sino que doy por hecho que esos pedacitos de mi corazón, de todas maneras han de salir unos perdidos, como tú y como yo. No puede dar otra cosa el terreno... Oye un instante; ese que entra, ¿no es, Monteoscuro? El mismo señor duque.
Porque me va en ello la piel, y, sobre todo, la vuestra, sobrinos míos. ¿Qué temes? Esa es tierra de salvajes, Hans. Ahora seguramente no hay nadie en la playa; pero de un momento a otro puede cubrirse de australianos. ¿Odian quizás a los hombres blancos? No distinguen de razas: blancos, negros, amarillos, rojos o aceitunados, todos son manjares apetecibles para ellos.
Encendido en mí con tal violencia aquel fuego del sol, no es tarea fácil convertirlo en fría claridad de luna... Pero al fin el continuo meditar, el desmayo del corazón, y las ideas dulces que Dios me envía, me van dando fuerzas para vencer en la batalla. DOROTEA. Hermana mía, si en ti sientes la fortaleza del amor nuevo, ¿por qué temes ver a Máximo?
Señor duque dijo Stein , quizá voy a pareceros ridículo; pero en realidad me es imposible asistir a este espectáculo. ¿María, quieres que nos vayamos? No respondió María, cuya alma parecía concentrarse en los ojos . ¿Soy yo alguna melindrosa y temes por ventura que me desmaye? Pues entonces dijo Stein , volveré por ti cuando se acabe la corrida. Y se alejó.
«¿Apostamos, decía, a que llega también el 20 de Junio y se reúnen las Cortes y juran a la princesa, y yo no habrá soltado aún este grillete que Dios se ha servido ponerme? ¿Qué presidio es este? ¿Temes, oh, Dios mío, que marche muy a prisa? ¿Esto es acaso para bien de mí alma, amenazada de correr demasiado y estrellarse?».
¡Eh! dijo Diana con incredulidad. ¡Que Martholl se olvide de venir, he ahí, estoy segura, una cosa que tú no temes que suceda! Es fácil prever que se hará anunciar al sonar las cinco. María Teresa recorría el salón simulando ocuparse en arreglar las cosas; removía las flores en los jarrones, cambiaba de sitio los bibelots, levantaba los almohadones de seda.
¿Esperas, para decidirte, verlo en París en traje de ciudad? ¿Temes otra desilusión como la que tuvimos el año pasado, al encontrar de levita y sombrero alto, a aquel Marcelo Mingot que nos había parecido tan bien aquí, con su gran fieltro gris y su elegante traje de ciclista?
Palabra del Dia
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