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Actualizado: 25 de julio de 2025
¿Temes, acaso, que al sentir tu mano, tiemble asombrado el ánimo cobarde, y se estremezca el alma recelosa?
Pero, ¿qué es lo que temes, mi amable amiga? ¡Todo! exclamó Clementina, como una explosión. ¡Me ha parecido reconocer á Mauricio bajo la blusa de ese miserable de hace un momento! ¡Á Mauricio! Sí, á Mauricio. No era su cara; no era su voz; y sin embargo, un instinto me dice que era él. ¡Si yo lo supiese! Yo ... Y Clementina se puso lívida. Vas á ponerte mala, dijo melosamente Bobart.
¡Ah! ¡Ya pareció aquello! Vamos, tú tienes algunos ochavos en poder de Osorio y temes perderlos, ¿verdad? dijo Clementina con sonrisa sarcástica, reprimiendo su cólera con trabajo. Pepa se puso pálida. Una ola de ira le subió también del corazón a los labios.
Comprendo, querida María, que tienes miedo por mí y que quieres impedirme que me exponga. Temes que enloquecida al verme, Lea será capaz de armar escándalo, de llamar y de hacerme prender... No temas nada. Es una mujer demasiado inteligente para recurrir á medios tan vulgares. La discusión entre los dos tendrá un carácter muy distinto. No temo ninguna traición ni ningún golpe de fuerza.
Que no cabe avenencia entre tus inquietudes de madre cariñosa y tus... locuras de mujer mundana; y que tienes que decidirte pronto por lo mejor, en la inteligencia de que ambas cosas dentro de ti no han de tardar en producir el mismo fruto que si te decidieras por lo más malo. ¿Qué fruto? El que más temes, Nica.... y el que acaso mereces por castigo.
Hermano dijo Gabriel con cierta solemnidad , ya que te aferras tenazmente a tu negativa, sólo me resta decirte una cosa: si tu hija no viene, yo me voy.... Cada uno tiene sus escrúpulos. Tú temes las murmuraciones de la gente; yo me temo a mí mismo, a lo que el pensamiento pueda echarme en cara en los momentos de soledad.
Nada: ella es siempre la misma. Aún me parece más cariñosa, más apegada a mis intereses, más amante, más diligente.... Entonces, mentecato, hombre bobísimo y pueril, digno de salir por esas calles con babero y chichonera, ¿por qué vacilas, por qué temes?... Adelante y cúmplase mi plan, que tiene algo, ¡barástolis! algo, sí, de inspiración divina.... ¡Ah! ya vienen los malditos dolores.... ¡todo sea por Dios! ¡Oh! ¿por qué te me has torcido en el camino del Cielo, oh pierna?...
Y no me repliques más, que en sólo pensar que me aparto y retiro de algún peligro, especialmente déste, que parece que lleva algún es no es de sombra de miedo, estoy ya para quedarme, y para aguardar aquí solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de los doce tribus de Israel, y a los siete Macabeos, y a Cástor y a Pólux, y aun a todos los hermanos y hermandades que hay en el mundo.
¿No temes, dí, que el exterminio brote del seno impuro de nequicia tanta y con sus alas de huracán te azote? No seas, no, como la débil hoja que arranca a su merced el cierzo frío que en Otoño los árboles despoja. Sé cual la narra de tu bosque umbrío que, al ascender por el azul sereno, lanza al baguio valiente desafío.
SOLDADO. Bastan para atacar la puerta si nos ayudan los de fuera. RUIZ. Dices bien. SOLDADO. Vamos. SOLDADO. ¿Temes? RUIZ. ¡Yo!... No; pero queda mi señor todavía en el convento. SOLDADO. ¡Diablo! Ya... pero es cosa de un momento; un ataque imprevisto por la espalda y por la frente ... después ya no corre peligro. RUIZ. Vamos. LEONOR y MANRIQUE MANRIQUE. Alienta; en salvo estamos. LEONOR. ¡Ay!
Palabra del Dia
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