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¡Oh! barástolis exclamó D. Benigno, cerrando el puño amenazador , por vida de.... Estoy indignado contra ese hombre, y bien merecía que usted lo despreciara.... Si usted viene a entonces y me cuenta lo que le pasa, como me lo cuenta ahora, juro a usted que voy derecho a ese hombre y le cojo, y le digo: «Oiga usted, caballero...».

Y añadía para : Si esta idea no implicara la pérdida de un ser tan querido, me regocijaría con ella.... ¡Qué chasco para el amiguito! ¿eh?... ¡Pero no, Señor Dios Poderoso! ¡Barástolis, no! Antes de matarla a ella, mátame tres veces a , y que mi salvación me consuele de su felicidad.

Al día siguiente, D. Benigno dijo a su amiga con mucho misterio: Es preciso mandar a su casa a este subdiácono. Es un espía carlista.... ¡Barástolis! tan bueno es Juan como Pedro, y entre las chaquetas de los desalmados y las sotanas de estas culebrillas no se sabe qué escoger. Dicho y hecho.

Nada: ella es siempre la misma. Aún me parece más cariñosa, más apegada a mis intereses, más amante, más diligente.... Entonces, mentecato, hombre bobísimo y pueril, digno de salir por esas calles con babero y chichonera, ¿por qué vacilas, por qué temes?... Adelante y cúmplase mi plan, que tiene algo, ¡barástolis! algo, , de inspiración divina.... ¡Ah! ya vienen los malditos dolores.... ¡todo sea por Dios! ¡Oh! ¿por qué te me has torcido en el camino del Cielo, oh pierna?...

Ver D. Bonifacio las primeras muestras del estilo de Senquá y chiflarse por completo, fue todo uno. «¡Barástolis!, ¡esto es la gloria divina decía ; es mucho chino este...!». Y de tal entusiasmo nacieron pedidos imprudentes y el grave error mercantil, cuyas consecuencias no pudo apreciar aquel excelente hombre, porque le cogió la muerte.

Aquel era día de mala suerte para el de Boteros, porque el individuo a quien buscaba había salido más temprano que de costumbre, dejando dicho a sus criados que no le esperaran en todo el día. ¡Barástolis y más que barástolis! ya podía haber esperado un poco. Si llega usted cinco minutos antes dijo el criado , le encuentra bajando la escalera.

Su bondad lo inspiró la declaración más digna en sus labios, diciendo: No tengo más voluntad que la de usted.... Haga usted de lo que quiera. Barástolis, muy bien dicho. Pues yo quiero hacer de usted una hija.... Hasta ahora no había querido tener con usted esa familiaridad inocente que consiste en tratarla de .

¡Barástolis!... Usted la ofende, señor mío. No la ofendo. Mi resolución no indica desconfianza de ninguno de los dos, sino respeto a entrambos, y además el deseo de ponerme a salvo de la envidia, porque yo tengo más de hombre que de santo, y la contemplación del bien perdido no me hará bailar de gozo. Dijo esto en tono entro serio y festivo, y se retiró.

Mirando después al cielo, lanzó un piadoso apóstrofe y dijo así: ¡Barástolis! Por Dios trino y uno, por la Virgen del Sagrario, por Rousseau, por mi vida honrada y por mi conciencia de cristiano juro y rejuro que me alegro con toda el alma. Cuando Salvador salió de su alcoba, abrazáronse estrechamente ambos señores y juraron ser amigos fieles en lo que les quedara de vida.

¡Barástolis!... Hay cosas que parecen obra de Satanás.