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Actualizado: 27 de mayo de 2025
No tardaron mucho en venir los disgustos. No obstante, sabía de buena tinta que la señora de Galba se había fugado de su marido, y que la niña de cabello rojo que algunas veces llevaba al coro, no le pertenecía.
Viéndose burlados y llenos de la mayor indignación y odio hacia el juez, acordaron vengarse, y concibieron un plan que no tardaron en llevar á cabo.
Algunos se sentaron desde luego a jugar. Otros esperaron a que llegasen los compañeros de costumbre. No tardaron, en efecto, en poblarse entrambos salones.
Respondíales pocas veces. Cuando lo hacía era con breves palabras displicentes. Al fin, sacando el reloj, dijo: Son las tres. Quedan tres cuartos de hora. ¿Quién quiere echar un tresillo? Tres de los amigos se fueron con él a la sala de juego. No tardaron en rodearles los demás. La broma siguió lo mismo que en el salón. ¡Miradle, cómo le tiembla la mano!
Este año no sería como otros, en los que la compañía, a poco de salir, marchaba en desorden, vacilante sobre sus pies y marcando mal el paso. Las calles no tardaron en convertirse en vías de Amargura para el capitán Chivo. Sentía calor bajo sus armas; por un poco de vino no iba a alterarse la disciplina.
Algunos de éstos, los más próximos a la puerta, se salieron; las mujeres se sentaron; en la sacristía, el escribano también se sentó en un banco, sacó el bote de plata con tabaco y se puso a liar un cigarro: no tardaron en acompañarle algunos otros. Andrés, el maestro y D. Jaime permanecieron en la puerta. «Tengo que deciros una cosa comenzó el cura en el tono más cavernoso que pudo adoptar.
Revestido con las armas del difunto D. Jaime, que parecían expresamente forjadas a la medida del mancebo cautivo, apareció éste a la puerta del castillo en una hermosa mañana del mes de Mayo, acompañado de Nuño y de Juan Moreno Güeto, los tres en sendos caballos; tomaron el camino de Cabra, y no tardaron mucho en salvar la cima de los cercanos alcores, perdiéndose de vista.
Mientras tanto, Germana, bella y sonriente como la mañana, despertaba a su madre y a su marido, asistía al tocado de su hijo y bajaba al jardín para respirar el aire embalsamado del otoño. Los señores Le Bris y Stevens no tardaron en unirse a ellos. Todos contemplaban al pequeño Gómez que paseaba un galápago por el jardín. El único que faltaba era el duque.
Finalmente, no pudiendo penetrar en el colegio, amontonaron al rededor de él, á pesar del fuego activo de los sitiados, cuanto sebo encontraron en los almacenes, y las llamas no tardaron en apoderarse del edificio. Forzado á salir el gobernador murió á manos de los indios junto con la mayor parte de sus soldados.
A raiz de la reconquista estableciéronse en Sevilla numerosas comunidades monásticas de ambos sexos, muchas de ellas no tardaron en construir sus casas y templos, y otras por lo pronto, adaptarían á sus necesidades los edificios que los monarcas les donaran.
Palabra del Dia
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