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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Ya sabes que yo soy enemigo de la riqueza individual, pero, ¡qué demonio! hay que reconocer que en otros países hace algún bien y sirve para algo. En los Estados Unidos, por ejemplo, esos tíos que atraen el dinero á sus manos, con una buena suerte escandalosa é indecente, y que mueren dejando centenares de millones, tienen, al menos, la discreción de hacerse perdonar con obras útiles.
Su padre, sus tíos y yo estamos muy contentos de que haya dado, como todos, pruebas de fidelidad a los Borbones; siempre será ello pasar algunos años, después... quién sabe lo que ocurrirá. El príncipe de Foix, su jefe, está, según dicen, encantado de su figura.
Los tíos de Carmen y la señora Angustias trataban del asunto siempre que se veían; pero a pesar de esto, el torero apenas entraba en casa de la novia, como si le cerrase el camino una terrible prohibición. Preferían los dos verse por la reja, siguiendo la costumbre. Transcurrió el invierno. Gallardo montaba a caballo e iba de caza a los cotos de algunos señores que le tuteaban con aire protector.
Le aburrían las tertulias de familia en su casa y en la de sus parientes; las conversaciones con tíos, primos y sobrinos sobre ganancias y negocios ó sobre los defectos de la tiranía centralista. Según ellos, todas las calamidades del cielo y de la tierra procedían de Madrid. El gobernador de la provincia era el «cónsul de España».
Allá arriba, muchos niños chicos, congregados con mayor número de niños grandes y felices papás y alborozados tíos y tías, celebraban la Pascua, locos de alegría ante el más admirable nacimiento que era dado imaginar, y atentos al fruto de juguetes y dulces que en sus ramas llevaba un frondoso árbol con mil vistosas candilejas alumbrado.
No había intentado saber quién fuese el agresor. Eran muchos los rivales, y además había que tener en cuenta a sus padres, tíos y hermanos, casi la cuarta parte de la isla, prontos a mezclarse por la honra de la familia en una guerra de venganzas. Pienso decía Pepet que el Ferrer no es tan valiente como dicen. ¿Y usted qué cree, don Jaime?...
Yo miraba el suelo, compartiendo la vergüenza de mis tíos; y Fernanda, fría, sin curiosidad, con sus ojos claros desmesuradamente abiertos, abanicándose con toda calma, miraba abstraída hacia arriba, como si entre el techo y nuestro palco pasase una visión a través de la sala.
De modo que, cuando regresaba de lo de don Eleazar, encontraba en don Benito Cristal un verdadero amigo, con quien me desahogaba contra mi mala suerte y lamentaba el tiempo que mis tíos me habían hecho perder. Don Benito era un carácter. En la arrogancia de su porte se reflejaba toda la entereza de su alma.
El médico no pudo contener su risa. ¿Por qué estarán aquí estos tíos?... Las estampas habrían sido pegadas como adorno, sin fijarse en los personajes; ó tal vez serían recuerdos de algún antiguo soldado, cándido y entusiasta, que creería haber servido á las órdenes de caudillos inmortales. El enfermo tenía los ojos cerrados, y respiraba trabajosamente. Su piel ardía.
Edelmira, maestra ya en el arte de divertirse al estilo de la casa de sus tíos, estaba como una amapola y reía y gozaba con estrépito; su alegría era comunicativa y simpática.
Palabra del Dia
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