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Después de pasar en ella, para acreditar mis servicios ante mis tíos los propietarios del establecimiento, una larga temporada, vine el año pasado a Buenos Aires, a presentar los mejores productos de mi industria en la Exposición Rural.

Uno de mis tíos, el coronel don Antonio Cané, después de la muerte del general Lavalle, en Jujuy, acompañó el cuerpo de su general hasta la frontera de Bolivia, junto con los Ramos Mexía, Madero, Frías, etc.

Los sugetos de suposición y campanillas le convidaban a bailes y fiestas, y las damas más graciosas y encopetadas le ponían ojos amorosos; pero él era bueno, pudibundo e inocentón, y nada útil sacaba de todo esto. El dinero que le dieron sus tíos se iba consumiendo, y no acudía nuevo dinero a reemplazarle.

¿Y qué puede haber más antipático a los ojos de los tíos y tías de Alfonso, tan severamente razonadores, que este casamiento tan novelesco con una extranjera? Apenas me atrevo a hablar a mi marido y a sus hermanos, y de no ser así, no puede llevarse adelante el matrimonio.

Nadie, nadie: Raúl no tiene mamá que le compre vestidos de duquecito: Raúl no tiene tíos largos que le compren sables. Bebé levanta la cabecita poco a poco: Raúl está dormido: Luisa se ha ido a su cuarto a ponerse olores.

Buscaba a uno de sus tíos, apodado el Ingeniero, el cual, según noticias, aunque retirado de los negocios, colocaba allí su tenderete todos los domingos. En el otro extremo de la plaza sonaba como un quejido la música de un órgano. Las melodías gangosas llegaban a jirones hasta Maltrana cuando se hacía un corto silencio en el vocear de los vendedores.

PATROS. Voy volando. Hoy, Virgen mía, mi ofrenda será mayor: debiera ser tan grande que dejara sin una flor el jardín de mis tíos; quisiera poner hoy ante tu imagen todas las cosas bonitas que hay en la Naturaleza, las rosas, las estrellas, los corazones que saben amar... ¡Oh, Virgen santa, consuelo y esperanza nuestra, no me abandones, llévame al bien que te he pedido, al que me prometiste anoche, hablándome con la expresión de tus divinos ojos, cuando yo con mis lágrimas te decía mi ansiedad, mi gratitud...!

En vano, allá en los rápidos días, ya remotos, de aquella luna de miel que Emma había decretado que fuese tan breve, en vano la enamorada esposa le había exigido más dignidad y tesón en el trato con los primos y tíos; él, Bonifacio, no podía menos de estimarlos siempre muy superiores a él por la sangre, por los privilegios de raza en que confusamente creía.

Voy, pues, a terminar, haciendo una súplica a los lectores: que se callen lo que aquí revelo y no se lo escriban a los treinta o cuarenta condes y condesas, hermanos, tíos, cuñados y sobrinos de Poldy, para que no se aflijan ni se escandalicen. EL CAUTIVO DE DO

Esta noche misma, ahora mismo. ¿Vas á perder la más importante sesión que se ha visto ni verá? ¿Pero cómo puedo ir esta noche? Si acabo de llegar. Tengo que ir á casa de mi tío. ¿Tienes aquí un tío? ¿Es liberal? Presumo que : no le conozco. ¿Y ahora vas allá? Naturalmente. ¡Qué disparate! Déjate ahora de tíos. Vente á la Fontana. Son las ocho: ya va á empezar. A la salida irás á tu casa.