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Actualizado: 26 de junio de 2025
Y Álvaro me contestó muy triste, ya sabes qué cara pone cuando habla así, me contestó: «Pche... para amoríos basta el verano. El invierno es para el amor verdadero. Además, la ministra, como tú la llamas, a pesar de todos sus encantos no consiguió lo que yo quería... hacerme olvidar... lo que no te importa. Y después de suspirar como tú sabes que él suspira, añadió Álvaro: ¿Dejar a Vetusta?
Y la muerte está continuamente ante la vista de estos seres. Un día, una de estas mujeres se siente un poco enferma; suspira; implora al Señor; todos los que la rodean suspiran e imploran también. Ya ha huido para siempre la alegría. ¿Es grave la dolencia?
Yo, que estaba arrobada, les decía Á los reyes de España: «Dios os guarde, 1970 Y extienda vuestra heroica monarquía Del clima helado á el que se abrasa y arde;» Cuando veo que dice: «Isabel mía,» Á mi lado don Juan; y tan cobarde Me hallé á los ecos de su voz, que luego 1975 Fué hielo el corazón, las venas fuego. «Traidor, respondo, tus iguales mira; Que yo soy una pobre labradora.» Y diciendo y haciendo, envuelta en ira, Sigo la puente, y me arrepiento agora: 1980 Verdad es que le siento que suspira Tal vez desde la noche hasta el aurora; Mas recelo, si va á decir verdades, Lo que se sigue á celos y amistades.
No hay mácula ninguna en vuestra monarquía soberana, ni tiene la fortuna jurisdiccion en vuestra edad anciana. El que una vez os mira tierno de amor por vuestro amor suspira.
Pues, si como tu luz, tu canto admira, A quien falta razón, vida y sentido, ¿Qué hará con alma quien por tí suspira? =Otro.= Ausente el Sol, el prado se oscurece, Reina la noche, madre de temores, Y de las fuentes, árboles y flores La diversa color igual parece.
Tu alma puebla los desiertos, Y del Sud en la campaña Al lado de una cabaña Se eleva fúnebre cruz; Esa cruz, bajo de un tala Solitario, abandonado, Es un símbolo adorado En los campos del Tuyú. Allí duerme Santos Vega: De las hojas al arrullo Imitar quiere el murmullo De una fúnebre cancion. No hay pendiente de sus gajos Enlutada y mústia lira, Donde la brisa suspira Como un acento de amor.
Toma y lee dice, ceñudo, Apolonio, alargando despectivamente a Belarmino, como si fuese su sentencia de muerte, el telegrama que acaba de recibir. Después de haber leído el telegrama de Apolonio, Belarmino saca de la chaqueta otro telegrama, que entrega a Apolonio. Luego abre los brazos, mira al firmamento, y suspira: Toma y lee. ¡Bendito sea Dios!
También están adormecidos: también meditan, pero el fondo de su ensueño no es la gloria, sino la libertad, y no sólo la libertad suiza, sino la libertad de todos los hombres. De cuando en cuando, levántase uno para mirar el mundo de lagos y praderas, pero vuelve tristemente hacia sus compañeros y suspira al decir: «Todavía no.» El día de la gran liberación no ha llegado.
Todos sus amigos, enamorados de Febe, le echan piropos, y ella predica sobre placeres con éxito favorable y no con el mal con que predicó el cristianismo cuando era Zoe. Febe, no obstante, se aburre en aquella remota población y suspira por Roma.
Pero también la Reina se engaña, porque quien posee la verdadera clave es Elvira, sabiendo que de cuatro en cuatro versos ha de prescindir de las mitades de los mismos, y así recibe de Lope la siguiente seguridad de su eterno amor á ella: Aunque amante el Rey suspira No os asombre su poder; Que he de morir, ó ha de ser De Don Lope Doña Elvira.
Palabra del Dia
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