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Actualizado: 21 de julio de 2025
La señora Estela Hohenfels, elegantísima, simpática y eminente actriz, que representa el papel de Zoe, de Febe y de Pérsida, en el Teatro Imperial de Viena, da al drama de Wilbrandt gran realce y poderoso atractivo. Todo se complica de un modo tremendo.
El alma de Zoe ó de Febe, alma comodín que se adapta á todos los palos como la espada y el basto en el tresillo, ha tenido ya tiempo de transmigrar y se halla infundida en el cuerpo de una grave matrona, severa y llena de virtudes, mujer legítima de Apeles. Pérsida es su nombre.
Este nieto es ya un joven gallardo y brioso, que se parece mucho á Zoe, á Febe y á su abuela Pérsida, y que está representado lindamente por la señora Estela Hohenfels, la cual se luce de veras en este drama, representando en cada acto un papel distinto.
Es inevitable el frió beso de Perséfone para surgir alegre en otra verde primavera y recibir los besos de la áurea Afrodite. Tal es la enseñanza del drama. Su desenlace es patético. En Palmira hay una santa mujer llamada Zenobia, portento de caridad, consuelo y amparo de los afligidos y menesterosos. Apeles la ve. Y ella le reconoce y él reconoce en ella á Zoe, á Febe, á Pérsida y á su nieto.
Todos sus amigos, enamorados de Febe, le echan piropos, y ella predica sobre placeres con éxito favorable y no con el mal con que predicó el cristianismo cuando era Zoe. Febe, no obstante, se aburre en aquella remota población y suspira por Roma.
Apeles empieza ya á caer en la cuenta, cavila sobre la metempsícosis de Pitágoras y de los indios, y sospecha que el alma de Zoe, de Febe y de Pérsida, era la misma y que ahora está encarnada en su nieto. Si he decir la verdad, esto me repugna más que nada.
Palabra del Dia
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